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El metro y los consonantes parecían el imperativo categórico de su conciencia. Recitaba sus poesías, y los oyentes se inclinaban a considerarle como a un santo padre, doctor iluminado y bendito siervo de Dios. Hablaba sin número y sin rima, y daba miedo oírle; era un desenfrenado galopín, sin creencias y sin respeto a cosa alguna.

Faroles de papel recortado brillaban por todas partes entre la obscuridad; la juventud tomaba puesto, y en seguida, a un redoble de los tamboriles, comenzó alrededor de las llamas un corro desenfrenado, estrepitoso, que no había de cesar en toda la noche. Después de cenar, sumamente rendidos de cansancio para correr de nuevo, subimos a la alcoba de Mistral.

Parecía una estatua, la estatua de la impudicia. La bailaora despierta, al fin, de su inmovilidad, con leve vaivén de las caderas, que se va acentuando, acentuando, hasta convertirse en desenfrenado movimiento de rotación, conservando, no obstante la fijeza en el resto del cuerpo.

¡Robarte! murmuró, con una perversa expresión de odio desenfrenado en su grosera cara pálida. ¡Robarte! silbó pronunciando un sucio juramento, ¡más que eso voy a hacer! ¡Voy a ponerte donde tu maldita lengua no vuelva a moverse más, y donde no podrás decir la verdad!

Villamediana abusó de su ingenio, que le tuvo sin duda, aunque estragado por el mal gusto, la pedantería y la carencia de sentido moral, y abusó de su riqueza, de su posición, de sus bríos y de otras buenas prendas personales, para ser procaz y satírico, pendenciero, vicioso y con las mujeres violento y desenfrenado.

En un principio explotaron el orgullo y privilegios de raza; más tarde, excitaron la maternidad; después, echaron mano del desenfrenado sensualismo, y por último, y en los años que nos ocupa, aprovecharon como arma de excisión el hecho primero en aquellas islas, de casarse una mariana con un español.

Y no cuántos más, entre quienes figuraba el dueño de la botica, el invariable don Procopio, jugador desenfrenado, que había convertido aquel templo de Galeno en un santuario de Birján. Solíamos ver allí al P. Solís. Venía de tarde en tarde, a la hora en que había menos tertulios; se leía de cabo a rabo los periódicos, y luego... ¡a charlar con Sarmiento y con Venegas!

Después recayó de nuevo la conversación sobre el sermón de aquel día, sobre el desenfrenado lujo de las mujeres y sobre las elegancias de Juanita la Larga. En este punto, el maestro de escuela impugnó igualmente el sermón y defendió con más calor, ahínco y acierto a Juanita. Es decía una muchacha discreta, honrada y trabajadora.

Uno rodaba en el barro, dos o tres mujeres ebrias bailaban al son de un órgano en el que un italiano con cara de mártir, tocaba un cancán desenfrenado.

Callaron á estas cosas los PP., porque no fuese que, entrando ya la noche, intentasen los amotinados ofenderles, ó hacerles algun daño: y así se mandó estuviesen en vela, y armados á la puerta de la capilla, todos los Miguelistas compañeros de los PP. Pasóse toda la noche, y habiendo hecho estos una junta, pensaron era mejor ceder al desenfrenado furor de la gente, y retirarse á la seguridad del pueblo.