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954 Me dijo que yo era un vago, un jugador, un perdido; que dende que al partido andaba de picaflor; que había de ser un bandido como mi antesucesor. 955 Puede que uno tenga un vicio y que de él no se reforme, mas naides esta conforme con recebir ese trato: yo conocí que era el ñato quien le había dao los informes.

El más desalmado tenía una cara de Rafael, con profusión de cabellos rubios: Arturo, el jugador, tenía el aire melancólico y el ensimismamiento intelectual de un Hamlet: el hombre más sereno y valiente apenas medía cinco pies de estatura, con una voz atiplada y maneras afeminadas y tímidas. El término truhanés aplicado a ellos constituía más bien una distinción que una definición.

Ha quebrado el juego. Mire usted mi cartón... En realidad, lo único que ha quebrado es la línea. Todo el mundo pierde, excepto el viejecito y un señor que había puesto 1.000 pesetas a negro. ¡Por no saber jugar! murmura un técnico, en discusión con otro jugador . Ese señor ha ganado, ¿y qué? ¿Es que demuestra algo el que haya ganado ese señor?

En cambio, el jugador sentado no importa que amontone algún dinero. La banca siempre tiene esperanzas de recuperarlo. ¡Hagan juego...! Los mirones encuentran floja la partida. Esto está aburridísimo dicen . No hay sangre... Algunos reconvienen a sus amigos. ¿Por qué juega usted a ese paño? Es absurdo...

En sentir de D. Acisclo, era menester saber si en Madrid había dejado relaciones amorosas, si era jugador o calavera, si tenía algún hijo natural y otros pormenores por el estilo. Doña Luz contestó que le indignaba tal espionaje; que su amor a don Jaime era la mayor garantía del valor de D. Jaime: que si ella dudase de él no le amaría; y que amándole, ella misma se ultrajaba, dudando de él.

Sin embargo, un imperfecto sentimiento de equidad, emanado de los que habían tenido la buena suerte de limpiar en el juego a don Jorge, acalló las mezquinas preocupaciones de los más irreductibles. Don Jorge recibió el fallo con filosófica calma, tanto mayor en cuanto sospechaba ya las vacilaciones de sus juzgadores. Era muy buen jugador para no someterse a la fatalidad.

Para el jugador, D.ª Feliciana era un ser despreciable, como todos los de la creación, pero que le comprendía, alcanzando el valor de sus frases. En muchas ocasiones, pues, y cuando se enredaba en los pliegues de un humorismo harto sutil, Paco se veía en la necesidad de hablar sólo para doña Feliciana.

Novoa hizo un movimiento de asombro al oir esto. Así es continuó Atilio . Disfruta de una casa magnífica, á cambio de guardar una tumba. ¡Oh, señor profesor!... No le haga caso gimió el músico con una expresión de víctima. Pero á todas estas ventajas siguió diciendo Castro une un terrible inconveniente: es más jugador que yo. En el Casino tiene un mote: «el señor del 5». No juega otro número.

La cama me cuesta tres ó cuatro veces más que la mesa. Las tardes malas, en que pierdo hasta la última ficha, me contento con un emparedado de jamón á crédito en el bar del Casino. Yo soy de la escuela de un jugador de Madrid al que llamábamos «el maestro», y que nos decía: «Jóvenes, el dinero se ha hecho para jugar: y lo que quede, para comer

Muchos dan escándalos por sus vicios exagerados hasta la monstruosidad, pero ninguno se ha distinguido como jugador. Tienen asuntos más interesantes á que aplicar su potencia imaginativa.... En cambio, la gran masa de los humanos siente el encanto del juego, y cuanto más vulgar es un individuo, con más fuerza le atraen las seducciones del azar.