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Hasta una sobrina suya, de precaria salud, había sido condecorada en la línea de fuego por sus abnegaciones de enfermera. Y yo, miserable egoísta decía al hablar con el coronel en el Casino , soy simplemente un jugador en Monte-Carlo. Debería ir allá, donde están los hombres; pero no puedo... ¡no puedo!

Tenía además un hijo mayor que Pepita, que había sido gran calavera en el lugar, jugador y pendenciero, a quien después de muchos disgustos, había logrado colocar en la Habana en un empleíllo de mala muerte, viéndose así libre de él y con el charco de por medio.

Ya veréis cómo no vuelve a salirme nada bien hasta el día de San Silvestre. ¡Brrr! tengo frío en la espalda. ¡Pobre mujer! dijo el mayordomo . Ha tenido cientos y miles y ya la veis ahora... ¿Quién creería que es una duquesa? Es que el vagabundo de su marido se lo ha comido todo. ¡Un jugador! ¡Un hombre que no piensa más que en comer!

Las señoras decían, medio en broma, medio en serio, que aquello no se podía sufrir. D.ª Feliciana odiaba á D.ª Faustina con todo su corazón, pero se reprimía. Después que el orden se hubo restablecido, Carmen se puso á charlar como una cotorra con Paco Ruiz. Los chistes del jugador la hacían desternillarse de risa, hasta el punto de que algunas veces le mandaba callar, porque le dolía el pecho.

Lo primero que se presentó a su espíritu fue el pesar de haber perdido una fuerte suma de dinero en las carreras de Ascot, donde había visto desaparecer sus esperanzas con el caballo que las llevaba. Huberto no era jugador liberal; hombre de orden, adorador del dinero, detestaba el perder.

Algo alarmado, parose pensando en el aguardiente que había escondido prudentemente. Esto no suena a aguardiente dijo el jugador. Sin embargo, hasta que a través del temporal vio la fogata y en torno de ella el grupo, no se convenció de que todo ello era una broma de buen género.

La cabeza pequeña y bien formada, de espeso cabello negro muy recortado, descansaba sobre un robusto cuello, blanco, de recios músculos, un cuello de atleta, proporcionado al tronco y extremidades del fornido canónigo, que hubiera sido en su aldea el mejor jugador de bolos, el mozo de más partido; y a lucir entallada levita, el más apuesto azotacalles de Vetusta.

El torero, el contrabandista, el jugador ó tahur y el guerrillero son en España hijos de las instituciones. El sistema económico, tan vicioso en España, ha hecho nacer al contrabandista como el contrapeso de la voracidad y codicia del fisco. Las plazas de toros son explotadas como elementos fiscales ó rentísticos.

Como un jugador de ajedrez que juega solo y lo mismo se interesa por los blancos que por los negros, don Álvaro cuidaba de los negocios conservadores lo mismo que de los liberales. Eran panes prestados.

Las riquezas del mundo parecían refugiadas en las pupilas de Cristeta, donde brillaba un tesoro de amor. Habla, por piedad repitió él. Cristeta, violentándose mucho, como jugador nervioso que arriesga su porvenir entero al azar de un naipe, dijo así: ¿Te acuerdas de cómo me dejaste abandonada en Santurroriaga? ; pero, ¿verdad que me has perdonado? Ahora soy otro, y te adoro.