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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Y Ricardo, pálido y trémulo como el jugador que pone junto a una carta las últimas monedas que le quedan, trataba de arrastrar a su novia hacia la sala, sujetándola fuertemente por la muñeca. María inclinó la cabeza y no dijo una palabra. Se dejó arrastrar sin oponer resistencia, bajando los cuatro o cinco peldaños de la escalera.
La conozco desde hace mucho tiempo y unas veces hemos estado en buenas relaciones y otras reñidos. Ahora quiere tentarme... ¡como si no! ¡Adiós, querido doctor! El señor Le Bris se levantó de la silla. El duque le retuvo por la mano. Fíjese usted en que lo que hago es heroico. ¿Usted no ha sido jugador? ¿Conoce usted las cartas? Juego al whist. Entonces no es usted jugador.
Y no sé cuántos más, entre quienes figuraba el dueño de la botica, el invariable don Procopio, jugador desenfrenado, que había convertido aquel templo de Galeno en un santuario de Birján. Solíamos ver allí al P. Solís. Venía de tarde en tarde, a la hora en que había menos tertulios; se leía de cabo a rabo los periódicos, y luego... ¡a charlar con Sarmiento y con Venegas!
Se le conocía por jugador y sospechoso de ladrón, y estas sospechas alcanzaban igualmente a su socio; la continua intimidad con Tennessee después del citado asunto, sólo podía explicarse por la hipótesis de la complicidad.
Muchas noches lo llevaba a cenar a la casa de Evangelina y, terminada la cena, los dos amigos se encerraban en una habitación a descamisarse, palabra que en el tecnicismo de los jugadores tiene una repugnante exactitud. Decididamente, el jugador y el loco son una misma entidad.
Sus amigos no se explicaban aquellas ganas de retirarse y dejar los estudios; no tenía novias, no era jugador, apenas conocía el hunkían y se aventuraba en un revesino, no creía en los consejos de los frailes, se burlaba del tandang Basio, tenía dinero de sobra, trajes elegantes, y sin embargo iba de mala gana á clase y miraba con asco los libros.
Pero no sentía rencor por ellas, viendo que «Su Alteza» las celebraba mucho. ¡Hermoso corazón! decía al hablar de Castro . Ha llevado una vida poco ejemplar, es un terrible jugador... pero un caballero, ¡lo que se llama un caballero! Miguel Fedor definía de otro modo á su pariente: Tiene todos los vicios y ningún defecto.
Entonces, tómame por el cuello. Tienes demasiada harina encima. ¡Vaya una mujer de molinero, que tiene miedo a la harina! dice Juan en tono burlón. Deja concluye ella, que ya llegará la hora en que ponga a prueba tus habilidades de jugador.
Todo el mundo sabe y de ello hemos hablado tú y yo en el convento, que tu pariente Hugo de Clinton es un bebedor sin tasa, pendenciero y jugador, que ha dado escándalos mayúsculos y que probablemente hará tanto caso de tí como de un perro, si es que no te maltrata. No puedo creerlo, repuso Roger. Y si tan malo es, mayor deber tengo yo, su único hermano, de darle algunos buenos consejos.
Reynaba un profundo silencio; teñido estaba el semblante de los apuntes de una macilenta amarillez, y se leía la zozobra en el del banquero; y la señora de la casa, sentada junto al despiadado banquero, con ojos de lince anotaba todos los parolis, y todos los sietelevares con que doblaba cada jugador sus naypes, haciéndoselos desdoblar con un cuidado muy escrupuloso, pero con cortesía y sin enfadarse, por temor de perder sus parroquianos.
Palabra del Dia
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