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Actualizado: 11 de mayo de 2025
La suerte suya era que aquello se pasaba, como pasaría una jaqueca; pero la alucinación recobraba su imperio durante el sueño, y allí eran los disparates y el teje maneje de unas aventuras generalmente muy tiernas, muy por lo fino, con abnegaciones, sacrificios, heroísmos y otros fenómenos sublimes del alma.
Hasta una sobrina suya, de precaria salud, había sido condecorada en la línea de fuego por sus abnegaciones de enfermera. Y yo, miserable egoísta decía al hablar con el coronel en el Casino , soy simplemente un jugador en Monte-Carlo. Debería ir allá, donde están los hombres; pero no puedo... ¡no puedo!
El amor había sido para ella lo que la antigua esfinge: cada vez que intentaba interrogarlo sentía en el corazón su zarpazo sin misericordia. Todas las abnegaciones y rebeldías del amor las había conocido aquella mujer.
Comencé por hacer una especie de estadía en la antecámara misma de los asuntos públicos, es decir en medio de un pequeño parlamento compuesto de jóvenes voluntades ambiciosas, de muy jóvenes abnegaciones dispuestas a ofrecerse, en el cual se reproducían en diminutivo una parte de las polémicas que agotaban entonces a toda Europa.
La amenaza de una muerte inmediata da mayor sabor á los deleites presentes. Queremos la guerra, con sus acciones esforzadas y sus abnegaciones sublimes entre compañeros de armas; queremos la resurrección de las virtudes grandiosas y crueles que forman el heroísmo.
Por de contado que esta tercera persona indispensable en el barco para ayudar en la maniobra a su piloto, maldita la falta haría allí para otra cosa, sino por el bien parecer; y si tú conocieras a Leto como le conozco yo, pensarías de la misma manera. Le creo capaz de las más heroicas abnegaciones. No te rías; porque te juro que es de lo más singular que se ha visto este sujeto.
La solterona actual es con frecuencia una mujer de gusto, cuando no es la mujer de todas las caridades y de todas las abnegaciones. ¡Ah! exclamé aturdidamente, siendo el cristianismo el que ha hecho posible la vida de la solterona, es muy natural que inspire esa vida... Otra tontería de Magdalena murmuró la abuela.
Todos los románticos se llamen Heine o Delgado irán después a más carnales musas, pero ya llevan en la frente el signo de ceniza. Y ante las abnegaciones y los rendimientos de los acendrados cariños, no podrán ser en su pristina simplicidad, el joven y el amante.
Tenga usted en cuenta, pues, lo que ha debido ser para mí ese desengaño a que se refiere... A esa edad en que el destino del hombre está en suspenso, es casi siempre una mujer quien lo decide... quien lo convierte en bueno o en malo... Cuanto a mí, esa mujer fatal ha sido su amiga de usted... Tal cual ella se me aparecía entonces, con su temible belleza y sus supuestas virtudes, era a mis ojos como el viviente símbolo de la dicha que yo soñaba en el seno de un hogar respetado... Yo había cifrado todo mi porvenir, toda mi vida en ese ensueño de que ella era la inspiradora... Usted sabe todos los obstáculos que nos separaban, usted conoce todas las objeciones, todas las resistencias que debía yo arrostrar o vencer... Usted sabe que estaba pronto a todas las abnegaciones, a todos los sacrificios... No ignora que lo aceptaba todo, las privaciones, las estrecheces, la sujeción, el trabajo... con tal que fuera mi mujer... Sabe, en fin, cuánto la amaba... con qué loca ternura... casi santa, me atrevo a decirlo así... Y cuando ella ha burlado un amor semejante, le admira a usted que me haya convertido en un insensato y que la llame una miserable.
Palabra del Dia
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