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Actualizado: 22 de octubre de 2025


Para las gentes de nuestra clase que no temen el peligro ni el trabajo, ¡viva la especulación! Es lo mismo que el juego en gran escala y usted es jugador, ¿no es cierto? Lo he sido. Y lo es aún. Correremos juntos el mismo albur; pondremos en común nuestros intereses, nuestros placeres, nuestros temores, nuestras esperanzas. Los dos formaremos como uno solo. En la Bolsa, al menos. ¡Honorina!

Los empleados dividen a los jugadores en dos categorías fundamentales: jugadores de a pie y jugadores sentados, y la primera categoría es la única que les infunde cierto pavor. Si el jugador de a pie gana, en efecto, hay muchas probabilidades de que se vaya con la ganancia. Puede dar un pase, dos, tres y marcharse con 15 o 20.000 pesetas.

El autor se encarga de explicarlo, y lo hace con exquisita claridad. «El cachaco es el calavera de buen tono, decidor, con entusiasmo comunicativo, capaz de hacer bailar a diez esfinges egipcias, organizador de cuadrillas de a caballo en la plaza, el día nacional, dispuesto a hacer trepar su caballo a un balcón para alcanzar una sonrisa; jugador de altura, dejando hasta el último peso en una mesa de juego, a propósito de una rifa; pronto a tomarse a tiros con el que le busque, bravo hasta la temeridad...» Y aplíquese esa retrato al respetable señor Holguín!

Hay juegos casi rectos, en los que se dan 10, 15, 20 negros o encarnados sucesivos. Hay juegos mixtos... Lo malo es que el gráfico del juego no se conoce hasta el final. El jugador que ve salir cuatro negros consecutivos deduce que el juego lleva una dirección recta, y haciendo, a su vez, un juego recto, pone su dinero a negro. Naturalmente que, a lo mejor, sale encarnado.

Abusaba un poco de su fuerza y de su valor, pero nunca atacaba a los débiles. Se distinguía también como jugador de pelota y era uno de los primeros en el trinquete. Un invierno hizo Martín una hazaña, de la que se habló en el pueblo. La carretera estaba intransitable por la nieve y no pasaba el coche. Zalacaín fué a Francia y volvió a pie, por la parte de Navarra, con un vecino de Larrau.

Mi historia carecería entonces de toda originalidad y pudiera contarse en dos palabras... El bridge no es un juego peligroso, como el pocker y el baccarat, y, además, desde ya os adelanto que he sido más bien un jugador afortunado... ¡Y aun os declaro que no soy jugador por temperamento, y, si mucho me apuráis, que hasta detesto el juego!

Después de bromear largo rato, sin dignarse mirar a su linda enemiga, pero con el pensamiento fijo en ella, atraído por el desaire pasado como por un imán, y buscando el desquite como el jugador que ha perdido, se puso de improviso otra vez frente a ella y la invitó de nuevo. El mismo resultado. Rosa dio la vuelta y se puso a bailar con otra amiga.

El no era jugador, y sólo su interés por algunas mujeres le había hecho pasar las noches en esta sociedad elegante, que, como muchas de su clase, no era mas que un garito. Los salones resultaban pequeños después de media noche; se caminaba pisando colas de vestidos femeninos; había que valerse de hábiles deslizamientos para pasar entre los grupos.

Semejante rivalidad, explotada por Ohando y los señoritos de su cuerda, terminó en un partido que propusieron los amigos del Cacho. El desafío se concertó así; el Cacho é Isquiña, un jugador viejo de Urbia, contra Zalacaín y el compañero que éste quisiera tomar. El partido sería a cesta y a diez juegos.

Vaciló Tirso unos instantes, cual jugador que teme aventurar la partida, y después, mirando a su hermano de frente, le preguntó: ¿Crees haber hecho todo lo que debéis a su estado?

Palabra del Dia

reclinándose

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