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Ciudad cárcel, según él, donde la holganza enmohecía los ánimos más nobles; donde la excesiva proximidad de los mismos orgullos hacía germinar rivalidades monstruosas; donde se vivía bajo continuo espionaje, y cada rendija tenía una mirada, cada colgadura un oído, cada soplo una lengua; donde todo impulso generoso topaba con muros más agobiantes que los que retajaban el escaso recinto de la ciudad, y, donde, en fin, sólo podían librarse del desengaño y del hastío aquellos que tenían el ala asaz nervuda para tender a cada momento su vuelo hacia Dios.

¡Oh!, desconfío mucho. El inglés aparte de su gran mérito es bastante raro. A nadie ha confiado el secreto de sus amores, y sólo tenemos noticias de él por indicios primero y después por pruebas irrecusables obtenidas mediante largo y minucioso espionaje. Inés lo habrá revelado a usted. No, después de esto, ni una sola vez he conseguido verla. ¡Qué desesperación!

Bismarck había engañado á toda la diplomacia europea diciendo simplemente la verdad, por lo mismo que nadie esperaba que la verdad saliese de su boca. El espionaje alemán se agitaba como los personajes de una novela policíaca, y la gente no quería creer en sus trabajos, aunque estos trabajos pasasen ante sus ojos, por parecerle demasiado gastados y fuera de moda.

Era la inquietud del peligro que había quedado fija en él para siempre; el hábito de la intranquilidad contraído en los obscuros calabozos, cuando esperaba a todas horas ver abrirse la puerta para ser apaleado como un perro o conducido al cuadro de ejecución ante la doble fila de fusiles; y a más de esto, la costumbre de vivir vigilado en todos los países, presintiendo el espionaje de la policía en torno de él, sorprendido en medio de la noche en cuartos de posada por la orden de salir inmediatamente; la zozobra del antiguo Asheverus, que apenas gustaba un instante del descanso, oía el eterno «Anda, anda».

Comenzó sus paseos con el corazón encogido por el odio; pero, poco a poco, su misma caridad, aunque fingida, sus mismos gestos protectores, y la dulzura que recogía de todo los rostros, le fueron ablandando la entraña y haciéndole descubrir, a cada paso, nuevo embeleso en aquella vida graciosa y sensual de los musulmanes. Los bodegones eran los mejores sitios de espionaje.

Entre estos sofismas y la pasión y la constancia en el pedir dieron la victoria a Mesía, que si no pudo acallar los sobresaltos de Ana, quien a cada ruido creía sentir el espionaje de Petra, conseguía a menudo hacerla olvidarse de todo para gozar del delirio amoroso en que él sabía envolverla, como en una nube envenenada con opio.

Simón se turbó y el rubor coloreó sus mejillas... el rubor de un joven seriamente enamorado y que se escandaliza al ver descubierto el tímido amor que guardaba religiosamente escondido. ¿Por qué tal suposición? balbuceó inseguro. Porque replicó Delaberge, sería sin esto imperdonable el espionaje a que se ha entregado... Solamente la pasión puede excusarle... Usted ama a la señora Liénard.

Siempre causa repugnancia tratarlas como á los hombres... Pero, según me han contado, esta individua, con los avisos de su espionaje, contribuyó al torpedeamiento de diez y seis buques... ¡Ah, mala bestia!... Y no dijo más, pasando á hablar de otra cosa. Todos mostraban igual repulsión al hacer memoria de la espía. Ferragut acabó por participar del mismo sentimiento.

Y continuaba su vida de espionaje, cerrando los ojos ante el porvenir, viviendo el momento presente, evitando el pensar, considerándose feliz cuando veía por delante unos cuantos días de seguridad. El encuentro con Ferragut en una calle de Marsella la había reanimado, dándole nuevas esperanzas. Sácame de aquí; guárdame contigo.

Creo que la han fusilado... No lo cierto, pero deben haberla fusilado. Tenían cosas más importantes en que pensar. ¡Una espía!... Por todos lados se tropezaba con los manejos del espionaje alemán. Había que fusilar mucho... Y olvidaban inmediatamente este asunto para hablar de los azares de la guerra, que les amenazaban á ellos y á sus compañeros de armas.