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La tartanilla en que hacían sus correrías se paraba ante las casas de la grandeza y la alta banca, con regularidad admirable, en determinadas fechas y a horas fijas: a poder hablar, el borriquillo que la arrastraba hubiera dado las señas de los domicilios de lo mejor de Madrid.

El conde volvió a tomar la baraja y se dispuso a echar nueva talla. Alto ahí dijo D. Luis ; entendámonos antes. ¿Dónde está el dinero de la nueva banca de Vd.? El conde se quedó turbado y confuso. Aquí no tengo dinero contestó , pero me parece que sobra con mi palabra.

Los quince mil francos de Alicia estaban en peligro. Aquel hombre no quería que la banca continuase. Si ganaba, desaparecía de golpe todo el capital puesto por Alicia; si perdía, se doblaba el dinero de ésta... Pero iba á ganar indudablemente. ¡Cuando un hombre de tan buena suerte se atrevía á hacer esto!... Quedó aterrado Spadoni al oir la voz del grande hombre.

Resultaba no qué irónica armonía de la conjunción aquella de los dos nobles, oriundo el uno del gran Alba, y el otro sucesor de D. Pascual Muñoz, dignísimo ferretero de la calle de Tintoreros. Por otro lado nos encontramos con Samaniego, que era casi un hortera, muy cerca de Ruiz-Ochoa, o sea la alta banca.

Yo creo que todos los concurrentes al Casino debiéramos tomar ejemplo de los empleados, y no penetrar nunca en las salas de juego con nuestros trajes de costumbre. En vez del smocking, debiéramos ponernos también, para ir al Casino, unos trajes desprovistos de bolsillos. De este modo no se nos ocurriría nunca ganar el dinero de la banca y nos ahorraríamos el nuestro.

Tema una amiga, hija de alemán y de norteamericana, cuyos padres vivían en Berlín después de haber hecho fortuna en los Estados Unidos. Las dos se escapaban de sus casas por la noche para ir a los cafés más célebres en compañía de unos novios con los que nunca habían de casarse. Este acompañamiento no las impedía cenar con ricos señores de la industria y de la Banca que celebraban un buen negocio.

¿Hará usted lo que yo le pida? De cabeza. Dios se lo premie. Deseo que averigüe usted, y me diga, dónde está en París una casa de banca española que se llama de Garcitola y Compañía. Vamos, las señas para poder enviar una carta. Pues... se me figura que en ninguna parte. ¿Por qué? Porque mi padre está en relación con casi todas las casas españolas de París, y esa no la he oído nombrar nunca.

Una vez dentro de las aguas del Pasig, el movimiento de la banca se hizo duro á consecuencia de la corriente y la marejada. A medida que nos acercábamos á la barra, la boga se hacía más difícil. Estábamos á medio cable de aquella. Cuatro golpes de remo, y la quilla de la banca entraría en los inmensos dominios de los mares.

El Comendador tenía poquísimo más capital, sumando el valor de algunas finquillas que había comprado cerca de Villabermeja, y lo que tenía en varias casas de banca en la Gran Bretaña y en Madrid. Su decisión, á pesar de la pesadumbre, fué firme, con todo. El Comendador sabía y estimaba cuánto vale el dinero. La vanidad de haberle adquirido diestra y honradamente le daba para él mayor hechizo.

ii Ya sabemos que la madre de D. Baldomero Santa Cruz y la de Gumersindo y Barbarita Arnaiz eran parientes y venían del Trujillo extremeño y albardero. La actual casa de banca Trujillo y Fernández, de una respetabilidad y solidez intachables, procede del mismo tronco. Barbarita es, pues, pariente del jefe de aquella casa, aunque su parentesco resulta algo lejano.