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El recién llegado era nada menos que D. Antonio Salabert, duque de Requena, el célebre Salabert rico entre los ricos de España, uno de los colosos de la banca y el más afamado, sin disputa, por el número y la importancia de sus negocios. Había nacido en Valencia. Nadie conocía a su familia.

Aunque tenía la certeza de que le engañaban, de que nadie en la tierra ni el cielo podía afianzar á la banca, siguió jugando. Sólo quedaban diez golpes. Y cuando dió el que hacía cincuenta, tuvo un rasgo magnánimo. Regaló con el pensamiento á los empleados del Casino los centenares, los miles, los millones y los millones de millones.

Otros contemplaban con asombro y envidia el enorme montón de la banca mientras el croupier lo ponía en orden, formando fajos de billetes, alineando columnas de fichas de diversos colores. Corrió de boca en boca la cifra: ¡cuatrocientos noventa y cuatro mil francos! Sólo faltaba una pequeña cantidad para medio millón. Pocas veces se había visto una ganancia tan rápida.

Tuvo ocho, pero el pianista mostró luego sus cartas. Nueve otra vez. Y el croupier había barrido para la banca los ciento cuarenta mil del griego. ¡Qué noche! ¡Y pensar que era el tonto de Spadoni el que realizaba tales prodigios!... Algunas mujeres pasaron ante la puerta del bar con aire de mal humor, gesticulando entre ellas.

Las riberas del Pasig han sido objeto de rimas y trovas, y sus aguas cantadas por melancólicos amantes y por músicos más ó menos inspirados. El día de San Juan y los tres de carnestolendas constituían cuatro fiestas fluviales, en las que los remojones, las regatas y las enfrentadas en banca, figuraban en primer término.

Luego que supieron que don Juan había salido, y que no volvería hasta la tarde, las dos muchachas se colaron de rondón en el despacho, y tomaron asiento en la banca de los clientes. Se abanicaban furiosamente, y se miraban y sonreían como deseosas de decir algo que no les cabía en el cuerpo. ¿No le robamos el tiempo? preguntó la morena. No, señorita. ¿De veras? dijo la rubia. No.

En todos ellos desplegó nuestro negociante su rara sagacidad, su talento positivo y un "órgano de la adquisividad" tan poderoso, que con razón le hicieron célebre entre los personajes de la banca. No era antipático su trato. Al revés de casi todos los que aspiran a las riquezas o al poder, ni era fino en los modales ni meloso en las palabras.

Su vista acabó de serenar al conde, porque casi excedía aquella suma a la que tenía él de banca, y ya imaginaba que iba a ganársela al novato. No hay que calentarse mucho la cabeza en este juego dijo D. Luis . Ya me parece que le entiendo. Pongo dinero a una carta, y si sale la carta, gano, y si sale la contraria, gana Vd. Así es, amiguito; tiene Vd. un entendimiento macho.

Todo Buenos Aires aristocrático desfilaba por aquella galería: los grandes hombres de estado, el alto comercio, la banca, el ejército, la magistratura, el foro, las letras, la prensa. Las mujeres, cubiertas por pieles y felpas variadas, ganaban la escalera friolentas y apuradas, prendidas del brazo de sus acompañantes.

De cuantas personas entraban en aquella casa, la más agasajada por toda la familia de Santa Cruz era Guillermina Pacheco, que vivía en la inmediata, tía de Moreno Isla y prima de Ruiz-Ochoa, los dos socios principales de la antigua banca de Moreno.