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Obligado a la inercia, el señor de la torre del Pirata volvía a releer alguno de los pocos libros adquiridos en sus viajes a la ciudad o fumaba pensativo, recordando aquel pasado del que había querido huir... ¿Qué ocurriría en Mallorca? ¿Qué dirían sus amigos?...

Lo contrario ocurriría evidentemente si el viaje se efectuara en la dirección del sur; entonces aumentaría la zona de las estrellas circumpolares; pero por la parte norte, cierto número de estrellas que salían y se ponían por encima del primer horizonte, quedarían en adelante por debajo de él, y serían invisibles para el observador: la parte perceptible del cielo habría disminuido.

No señora. No tengo valor para tanto. Además, tiemblo al pensar lo que ocurriría en esta casa si yo hablase. ¿Qué pensaría mi pobre Andresito? ¿Qué diría don Eugenio, que es la honradez personificada? Y la verdad es que debía hablar a mi marido para abrirle los ojos, pues aunque resulte un malvado en casa, es un tonto fuera de ella. Esa mujer le engaña y se burla de él.

De los de San Francisco dio noticias prolijas el menguado Rufete, que estaba de guardia aquel día y adquirió cierta fama no envidiable, por haber dado seguridades al general de la Orden de que nada ocurriría en la casa, y haber poco después permitido el libre paso de los viles asesinos.

Respetaban mucho al Cristo de Salta, pero les inspiraba más miedo la «Viuda del farolito», una bruja que se aparecía de noche con un farol en una mano á los arrieros perdidos en los caminos. El que la encontraba debía hacer inmediatamente sus preparativos para irse al otro mundo, pues seguramente ocurriría su muerte antes de que se cumpliese un año.

Ocurriría con el hombre de ahora lo propio que, después de la aparición del tal hombre, ha ocurrido con el antropisco, de quien no se encuentran ya ni señales ni rastros, aunque los busquemos con un candil o con la linterna de Diógenes. Más compasivo el Sr.

Allí también había permanecido muchos días envuelto en trapos, en un ambiente denso cargado de olor de yodoformo y humo de cigarros a consecuencia de dos cogidas; pero este mal recuerdo no le impresionaba. En sus supersticiones de meridional sometido a continuos peligros, pensaba que este hotel era «de buena sombra» y nada malo le ocurriría en él.

No era creíble que hubiesen dejado solo a su padre: ¿qué ocurriría? Esperó unos minutos y tornó a tirar del llamador, dando, además, con el pie en la puerta. Tampoco se oyó nada. Entonces echó escaleras abajo, y llegó al portal a tiempo que la puntillera terminaba de recoger su puesto para irse. ¡Jesusa! gritó desde el último tramo en mi casa no abren: ¿sabe Vd. si ha sucedido algo? Están fuera.

Debo hacer el gran juego... ¡Yo apuntando ahora con fichas de cien francos y hasta de veinte, como una prestamista retirada!... Por eso la Fortuna no me reconoce y pasa de largo. El príncipe movió la cabeza. Se negaba á ayudarla en sus locuras. ¿No era mejor que guardase esos miles de francos, en vez de perderlos rápidamente, como le ocurriría el día que menos lo esperase?

No cabía duda que el señorito se disponía a acogotar a su esposa y al capellán; también acababan de matar a su abuelo en el monte; aquel día, según indicios, debía ser el de la general matanza. ¿Quién sabe si, luego que acabase con su mujer y con don Julián, se le ocurriría al señorito quitar la vida a la nené?