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Cobra ligeramente aliento y prosigue: «En cambio aquí, como el presidente llega a la meta ya viejecito, la presidenta suele ser otra viejecita ya cansada, concluida, reumática, cuyo mayor deseo es que la dejen tranquila. ¡Y luego hablan de las jóvenes repúblicas! La juventud está en las monarquías.

Con usted no va nada, don Cayetano o don Fuguillas; usted podrá ser un viejecito verde, pero no es un... un Magistral... un Provisor... un Candelas eclesiástico.

Mi señora quería hacer obra, obra grande; tirar tabiques, reformar muchas cosas, tapizar luego habitaciones... un trajín de todos los diablos; y, por otra parte, no quería renunciar al viaje, cuestión de salud. Tenemos un administrador viejecito, un buen señor, pero con tantos años sobre , que no sirve para nada. En una palabra, hacía falta que se quedara alguien con él.

A bien que una nación no es ninguna naranja para hacerse cuarterones tan fácilmente.... ¿Sabe usted lo que me contaron de ese viejecito... del Patriarca? Mire usted, yo me explico que sea republicano... ¡había cosas en aquellos tiempos antiguos! ¡Era el segundo de una casa rica... poderosa, hombre! El mayorazgo arrampló con todo, ¿eh?, mimos y hacienda, y a él le quedó un palomar viejo y la memoria de las azotainas.... Otro se hubiera hecho misántropo...

"Dile quién es, Laura, para que él nos aconseje. "Le dije quién era, un viejecito algo opa, que fue peón en la estancia nuestra. "Y Camucha, sin cambiar de postura, le explicó muy seria: "Figúrese, Julio; cuando Zoraida era criatura la llevó en los brazos, y ahora quiere llevarme a al registro civil. "En realidad, yo creo que si en vez de Lorenzo la pidiera Julio... ¡Quién sabe!

Iriberri era un viejecito pequeño, imberbe, con el aire enfermizo, el pelo rubio y los ojos ribeteados. Después he sabido que Iriberri fué uno de los capitanes más audaces de su tiempo. Iriberri me aseguró que Juan de Aguirre había estado, como él, haciendo el comercio de negros y de chinos hasta que fué apresada su urca por un crucero inglés.

No percibió Lucía el tono irónico que dieron a aquella frase los labios de su acompañante, y respondió con sinceridad: Le diré a usted.... Siempre deseé casarme a gusto del viejecito, y no afligirlo con esos amoríos y esas locuras con que otras muchachas desazonan a sus padres.... Mis amigas, digo algunas, veían pasar por delante de su ventana a un oficial de la guarnición.... ¡zas! ya estaban todas derretidas, y carta va y carta viene.... Yo me asombraba de eso de enamorarse así, por ver pasar a un hombre.... Y como al fin nada se me daba de los que pasaban por la calle, y al señor de Miranda ya le conocía, y a padre le gustaba tanto... calculé: ¡mejor! así me libro de cuidados, ¿no es verdad? cierro los ojos, digo que y ya está hecho... Padre se pone muy contento y yo también.

No creyendo aún bastante este paso previo a toda otra medida, Facundo hace traer a un viejecito cojo, a quien se acusa o no se acusa de haber servido de baqueano a algunos prófugos, y lo hace fusilar en el acto, sin confesión, sin permitirle decir ni una palabra, porque el Enviado de Dios no se cuida siempre de que sus víctimas se confiesen.

Si papá supiera nuestro amor con él hablaría yo de , de mis temores, de mis presentimientos, de que sólo pienso en tu felicidad, aunque sea a costa de mi dicha. Pero no le diré nada, no, jamás; se apenaría el santo viejecito, y no quiero contristar ese noble y apasionado corazón, corazón de niño, corazón de mujer que fácilmente se lastima. Aunque me digas que , que le diga todo, no lo haré.

La viejecita se titulaba El viejecito: todas las obras perdían su título femenino, y si en ellas figuraban dos amantes, convertíanse en dos primitos, compañeros de colegio, que, agarrados de la mano jurábanse quererse mucho, estudiar y ser obedientes y humildes con sus maestros... ¡Serafines del cielo! Doña Cristina conmovíase con el relato de estas fiestas.