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El catedrático de Física e Historia natural, señor Marroquín, era un antiguo republicano de barricada, que había perdido la plaza de auxiliar en el Instituto de San Isidro por sus ideas políticas y religiosas. En toda España no había hombre más heterodoxo que él: no creía ni en la madre que le parió.

Cinco ó seis horas de casino todos los días le bastaban para gastar más con su persona que otros muchos con toda su familia. Vestía con lujo, pero caprichosamente y sin someterse á la moda: traía sortijas de valor en los dedos y fumaba los mejores cigarros de la provincia. ¿Por qué era republicano? Nunca hemos acertado á comprenderlo.

En ninguna parte se ve tan patente el contraste de todas las cosas, la contradiccion, la discordancia profunda que reina entre las ideas y los hechos, entre las aspiraciones y las tradiciones del pueblo aleman, pueblo simultáneamente soñador y laborioso, fantástico y negociante, erudito y artista, judáico y cristiano, creyente y filósofo, liberal y feudatario, republicano y aristócrata, singular, contradictorio en todo....

El primer escollo ha sido para nosotros, no ya la forma de gobierno, que fue fatalmente determinada por la historia y las ideas predominantes de la revolución, sino la naturaleza del gobierno republicano, su aplicación práctica.

El Círculo republicano de Pilares estaba en la misma embocadura de la calle del Carpio, adosado al caserón de los Jilgueros, dos hermanos ricos, don Blas y don Fermín Jilguero, canónigos los dos, que habían edificado aquella fábrica, alarde y amenaza a la vez, frente por frente del mismo palacio episcopal.

Esta noche vendrá Jorge Bessieres, el gran republicano francés dijo Juan Pinilla, comunero y republicano. Era Pinilla un hombre de gran talla, casi tan corpulento como el barbero Calleja, pero de más claridad en la mollera.

A principios de julio pensaba marchar con Fernandito a Bélgica, para pasar un mes escaso con Mariano Osuna en su castillo de Beauraing; después no sabía a punto fijo dónde iría a esperar el 15 de octubre, fecha en que estaba citada con la reina en Marsella, para emprender el viaje a Roma: quizá fuera a Trouville... El verano anterior lo había pasado allí en una villa preciosa, frente al Chalet Cordier, que era el de M. Thiers... Y por cierto que era Thiers un vejete muy simpático y muy limpio, a pesar de ser republicano; su mujer, una bourgeoise así, así... vamos, bastante pasable.

Te digo, Fermín, que soy más republicano que y que de todo corazón estaría con aquellos buenos señores que conocí de niño, a los que miraba la gente como unos descamisados, siendo excelentes personas... ¡Pero el Salvatierra de ahora! ¡Y todos vosotros, los jovenzuelos que le escucháis, mequetrefes que os parece poco ser republicanos y habláis de la igualdad, y de repartirlo todo, y decís que la religión es cosa de viejas!...

Representaban todos, salvo ligeras variaciones, un hombre de talla gigantesca, llevando una especie de uniforme republicano, con grandes solapas, cabellos á lo Kleber, y arrojando hacia adelante una mirada enérgica, ardiente y sombría; en resumen, una especie de hombre, que no tenía nada de agradable.

Una mañana, los diarios de Madrid anunciaron en sus telegramas de París que se había publicado la traducción de LA BARRACA, novela del diputado republicano Blasco Ibáñez, con un éxito editorial enorme, y los primeros críticos de Francia hablaban de ella con elogio.