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Las de Pajares dejaron que se alejase la cabalgata con su estruendo de tamboriles y dulzainas y siguieron su marcha por las calles cubiertas con espesa capa de arena para el paso de las rocas. A la hora de la comida llegó Andresito a casa de las de Pajares. Lo enviaban sus papas para hacer el ofrecimiento de todos los años. Ya se sabía que el balcón de Las Tres Rosas era el mejor del Mercado.

El viaje citado de 1655 nos da, acerca de la festividad del Corpus y de la representación de los autos sacramentales en Madrid, los detalles siguientes: «El 27 de Mayo asistimos á la fiesta del Corpus, la más ostentosa y la más larga de cuantas se solemnizan en España. Comenzó por una procesión, á la que precedían muchedumbre de músicos y vizcaínos con tamboriles y castañuelas.

Porque entre nosotros, cuando el pueblo está contento, necesita estar siempre bailando, y como por aquellos tiempos las calles de la ciudad eran excesivamente estrechas para la farándula, pífanos y tamboriles situábanse en el puente de Aviñón, al viento fresco del Ródano, y día y noche se estaba allí baila que bailarás. ¡Ah, qué dichosos tiempos, qué ciudad tan feliz!

No hay faena a que no se destinen tres o cuatro tamboriles que estén tocando entre tanto los otros trabajan, y se conoce desmayo en ellos cuando no tocan al tiempo que faenan. Son muy sufridos en todos los trabajos; apenas se les oirá quejarse, ni aun cuando rigorosamente los azotan, ni cuando por algún descuido son heridos de algún gran golpe en los obrajes o faenas.

A las ocho de la noche el ruido de los tamboriles cónicos y las flautas ó gaitas peculiares á los bogas y sus familias semi-salvajes, hirió nuestros oidos anunciándonos una ardiente sesión de currulao. El currulao es la danza típica que resume al boga y su familia, que revela toda la energía brutal del negro y el zambo de las costas setentrionales de Nueva Granada.

Faroles de papel recortado brillaban por todas partes entre la obscuridad; la juventud tomaba puesto, y en seguida, a un redoble de los tamboriles, comenzó alrededor de las llamas un corro desenfrenado, estrepitoso, que no había de cesar en toda la noche. Después de cenar, sumamente rendidos de cansancio para correr de nuevo, subimos a la alcoba de Mistral.

Voy a conducir a ustedes ahora a una linda y pequeña ciudad de Argelia, a doscientas o trescientas leguas del molino, para que pasen allí el día... Esto nos hará cambiar un poco de tantos tamboriles y cigarras... ...Amenaza lluvia; el cielo está gris, la bruma envuelve las crestas del monte Zaccar.

Atacado de un vértigo de grandeza heroica, decía que para celebrar suceso de tal magnitud era menester una hecatombe, el sacrificio de cien bueyes ó por lo menos de cien carneros. Una banda de gaitas acompañada de tamboriles amenizaba el festín, haciendo sonar los aires del país.

Campanas, petardos, sol, música, y siempre esos sonoros tamboriles que guiaban la danza allá abajo, en el puente de Aviñón... Al presentarse Védène en medio de la asamblea, su empaque y su buen talante produjeron un murmullo de admiración.

Consumido el frasco, al caer de la tarde volvíase alegremente a la ciudad, seguido de toda su corte, y al atravesar el puente de Aviñón, en medio de los tamboriles y de las farándulas, su mula, espoleada por la música, emprendía un trotecillo saltarín mientras que él mismo marcaba el paso de la danza con la birreta, lo cual era motivo de escándalo para los cardenales, pero hacía exclamar a todo el pueblo: «¡Ah, qué gran príncipe! ¡Ah, valiente PapaDespués de su viña de Château-Neuf, lo que más estimaba en el mundo el Papa era su mula.