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Pero el tiempo y el desórden en las construcciones de la gran ciudad han confundido los escenarios del drama, de tal manera que el observador no necesita de largas peregrinaciones al traves de los barrios desiertos para descender al abismo de miseria y degradacion que se esconde bajo el oropel y la ostentosa opulencia de una industria exuberante pero viciosa en su organismo.

El hierro era la sangre de Bilbao, el aire de sus pulmones, y al faltar de repente, caería la villa ostentosa con repentina muerte, desaparecería, como el decorado de una comedia de magia, aquella riqueza creada de la noche á la mañana, que era para la masa infeliz una opulencia insultante.

«, sentía que dentro de su cuerpo había algo que hacía crac de cuando en cuando. Había polilla por allá dentro. Y lo que él temía no era la enfermedad por la enfermedad, la vejez por la vejez; no; era buen soldado del amor, héroe del placer, sabría morir en el campo de batalla. Su inquietud era por otro motivo. Morir, bueno; pero decaer y decaer en presencia de Ana era horroroso; era ridículo y era infame. ; él faltaba a su juramento envejeciendo, perdiendo fuerzas. Recordaba con escalofríos épocas pasadas en que decadencias pasajeras, producidas por excesos de placer, le habían obligado a recurrir a expedientes bochornosos, buenos para referirlos entre carcajadas en el Casino, a última hora, a Paco, a Joaquín y demás trasnochadores, para referirlos después de pasados, cuando el vigor volvía y ya las trazas cómicas no eran necesarias; pero expedientes odiosos como la miseria y sus engaños. Aquel fingir juventud, virilidad, constancia en el amor corporal, parecíale a don Álvaro semejante a los recursos de la pobreza ostentosa que describe Quevedo en el Gran Tacaño.

Al empezar El Arauco domado, de Lope, aparecen muchos soldados, como si estuviesen en las cercanías de un puerto americano y caminando hacia la plaza, en donde la procesión del Corpus pasa bajo un arco de triunfo; cuando llegan al término de su destino, se descubre la escena descorriendo una cortina, y deja ver el arco y la ostentosa procesión.

La piedra preciosa figuraba en los documentos de la familia, pero el abuelo don Horacio no había alcanzado a conocerla. Desapareció en el curso de los siglos, como tantas riquezas barridas por los apuros de una casa ostentosa. Los Febrer preparaban un refresco para la armada, a nombre de Mallorca, pero costeado en gran parte por ellos.

Entrándose en la ciudad los dos a buen paso y guiando el Cojuelo, la barba sobre el hombro , fueron hilvanando calles, y, llegando a una plazuela, reparó don Cleofás en un edificio sumptuoso de unas casas que tenían una portada ostentosa de alabastro y unos corredores dilatados de la misma piedra.

Además, se conocía; sabía que ella, de entregarse a Dios, se entregaría de veras; que mientras su devoción fuese callejera, ostentosa y distraída, ella misma la tendría en poco, y cualquier pasión mala, pero fuerte, la haría polvo.

Estos eran tres, aunque en una sola pieza y de una misma altura, y de distinta época cada uno de ellos; pero todos más modernos que la torre, particularmente el principal. No era esta casa tan ostentosa como la de los Pomares de Promisiones; pero tan «bien nacida», y desde luego más rancia de linaje. Buena huerta y grandes cercados en las inmediaciones de la corralada.

Eran más de las once, y ella iba á dar su paseo diario por la avenida del Bosque de Bolonia para saludar á las personas conocidas y verse saludada por ellas. Se presentó vestida con una elegancia indiscreta y demasiado ostentosa, que parecía armonizarse con su género de hermosura.

Esta manía de las fundaciones religiosas, á más de la piedad, tenía un objeto más egoísta: el de hacerse una ostentosa sepultura para y para su familia en una fundación.