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Yo no paro», pensaba, con escalofríos, cuando a solas comenzaba a rendirse a la evidencia. «¡A mi edad! ¡Primeriza a mi edad! ¡Qué horror! ¡Qué horror!... ¡Los huesos tan duros!...».

Me voy con V. contestó alzando la cabeza y sonriendo como si dijese la cosa más natural mundo. ¿A dónde? ¡Qué se yo! Donde V. quiera. A un mismo tiempo sentí escalofríos de placer y de miedo. ¿Ha huido V. de su casa?

, pero esta era otra». «Si don Álvaro se figuraba al Magistral vestido de levita, acudiendo a un duelo a que él le retaba... sentía escalofríos». Se acordaba de la prueba de fuerza muscular en que el canónigo le había vencido delante de Ana misma.

Flaco, los ojos hundidos, ¡y una mirada tan triste! Aun me dan escalofrios de pensar en aquel tiempo. ¡Oh! ¡Cuánto sufrí, Dios mio! Luégo, aquel llanto tan débil que parecia un gemido... Si volviera á estar así... Si se muriera... ¿Qué he dicho! ¡Hijo de mi corazon! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . No te enfades, hijo mio.

Nicolás repitió la pregunta hasta tres veces suavizando el tono, y al fin oyó un susurro que decía: «Muchas». Cuenta el padre Rubín que aquel muchas le dio escalofríos, y que le pareció el rumorcillo que hacen las correderas cuando en tropel se escurren por las paredes. ¿Con cuántos hombres? Con uno solo... ¡Con uno sólo!... ¿De veras? ¿Le conoció usted después de casada? No señor.

Si los gallos vencieran con frecuencia, pensaba Apolonio que la confianza en mismo, ya que los gallos eran en cierto modo prolongación de su persona, el espíritu agresivo, la necesidad de acción ejecutiva, se le hubieran comunicado fatalmente a él, y como era muy pusilánime, sólo ante la idea de cometer un gran disparate le daban escalofríos.

El tercer acto fue una revelación de poesía apasionada para doña Ana. Al ver a doña Inés en su celda, sintió la Regenta escalofríos; la novicia se parecía a ella; Ana lo conoció al mismo tiempo que el público; hubo un murmullo de admiración y muchos espectadores se atrevieron a volver el rostro al palco de Vegallana con disimulo.

Y tras la inquietud moral vino un cierto malestar físico, con algo de temblor y escalofríos, acompañado de terror supersticioso... Pero no podía definir la causa del miedo... El coche corría por la Cava-Alta, y Feijoo se sentía cada vez peor. De improviso sintió como una vibración intensísima en su interior, y un relámpago a manera de lanceta fugaz atravesole de parte a parte.

Con los ojos hinchados por el sueño y sintiendo leves escalofríos en el cuerpo, miré por la ventanilla y vi el pueblecillo de Vilches pintorescamente colgado entre dos montañas no muy lejos de la vía: parece sentado en un columpio cuyos cabos invisibles están amarrados a la cima de aquéllas.

Continuó su marcha hacia adelante, atraído por la frescura del agua, hasta colocarse bajo el sonoro raudal, estremeciéndose con escalofríos voluptuosos al recibir en su espalda todo el empuje del derrumbamiento acuático. Una sensación de frescura se esparcía por su cuerpo, haciéndole suspirar de placer. Sus miembros parecían dilatarse bajo la helada caricia.