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Como el débil tributario que mezcla su humilde corriente á su poderoso raudal, puede tener también sus saltos y sus corrientes, sus desfiladeros y sus gargantas, bancos de grava, escollos é islas, playas y rocas; pero, con todo, es mucho menos variado que el arroyo, y los contrastes que ofrece en su curso son menos sorprendentes.

A nuestra izquierda, es decir sobre la márgen derecha del rio, se destacaba sobre un collado de base rocallosa la masa caprichosa y desordenada de la pequeña villa de Neuhausen, que vive ensordecida por el estruendo de las ondas irritadas, y cuyos edificios se avanzan en parte sobre las rocas del raudal, ó trepan hácia la colina, ó se pierden de vista en el fondo del valle superior, á la sombra de algunos grupos é hileras de álamos blancos.

Todo el raudal de amor que de él brotaba y que iba a ti, Dios mío, no, jamás pensé en robártele y guardarle para ; pero pensé con egoísmo en abrir cauce en mi espíritu a aquel claro, impetuoso y cristalino torrente, a fin de que llegara por él a su centro.

Lloraba con amargo desconsuelo, y las lágrimas calmaron sin duda, su loca furia. Acercose Benina un poquito, y vio su rostro inundado de llanto que le humedecía la barba. Sus ojos eran fuentes por donde su alma se descargaba del raudal de una pena infinita. Pausa larga. Almudena, con voz quejumbrosa de chiquillo castigado, llamó cariñosamente a su amiga. «Nina... amri... ¿Estar aquí ti?

Hay negros dias de horas menguadas en que anochece por la mañana. Consigo traen nubes de lágrimas y el duro cierzo que hiela el alma. ¡Desheredado desde la infancia! Los años vienen, corren, avanzan; el niño es hombre, la madre anciana, y el raudal ciego de la desgracia siempre les dice con voz aciaga: «¡Ay vida triste! ¡Corriente amarga

Al fin, muy quedo, con la sublime incoherencia del corazón, como un murmullo de celestial armonía, dejó caer en el oído de su amiga el himno del amor. Marta escuchaba. Trémula, confusa, escondía la cabeza en el pecho de su amado, soltando un raudal de lágrimas.

Al frente, en medio de las dos vigorosas líneas del marco, se ve el puente del ferrocarril casi saliendo de la negra boca del túnel, y debajo un enjambre de rocas desiguales y revueltas que comienzan el raudal, dislocan el movimiento de las ondas, se estrechan en un espacio de 100 metros y terminan en tres grandes peñascos de formas destrozadas y salpicados de matorrales, que forman una barrera de 15 á 20 metros de altura.

Nunca soñé con ser el término de la carrera del raudal, sino con ser el camino por donde sus limpias ondas se fueran derivando, hermoseando el camino al paso, y reflejando en él el cielo sereno y todas las galas de la tierra, con más primor en el reflejo y con mil veces mayor hechizo que en la realidad misma. »¡Qué bien me has castigado, Dios mío! ¡Qué bien me has castigado!

Yo padezco, lector, frecuentemente, sin que sepa la causa verdadera ni si es cosa del cuerpo ó de la mente, una tristeza amarga, que inclemente me domina, me rinde y desespera. La sangre que en mis venas comprimida caminaba en raudal impetüoso, parece detenerse en su carrera, y sin calor, sin fuerza, empobrecida, se desliza con paso perezoso como si en la vida se extinguiera.

En la sencilla expresion dz/dx = A, apellidada coeficiente diferencial, se encierra la idea matriz del cálculo infinitesimal; ella dimanó de consideraciones geométricas, pero tan pronto como fué concebida en su universalidad, esparció sobre todos los ramos de las matemáticas y de las ciencias naturales un raudal de luz que hizo descubrir un nuevo mundo cuyos confines no se alcanzan.