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Actualizado: 26 de mayo de 2025


LEONOR. Ten de compasión; si por ti tiemblo, por ti y por mi virtud, ¿no es harto triunfo? ; yo te adoro aún; aquí, en mi pecho, como un raudal de abrasadora llama que mi vida consume, eternos viven tus recuerdos de amor; aquí, y por siempre, por siempre aquí estarán, que en vano quiero, bañada en lloro, ante el altar postrada, mi pasión criminal lanzar del pecho.

A medida que adelantaban por el largo canal subterráneo, calor sofocante anunciaba el paso de las sobras de la Reja Grande, un raudal hirviente, cuya temperatura subía más aún en aquella prisión.

Su nacimiento y su fortuna le inspiraban respeto y benevolencia, lo mismo que a Gallardo. Ocupábanse de ella con sonrisas de admiración. Los mismos hechos en otra mujer habrían dado suelta a un raudal de comentarios irreverentes, comparándola a la bestia rapaz de gruesa cola que es protagonista de muchas fábulas. En Sevilla continuaba el apoderado lleva una vida ejemplar.

Había olvidado completamente sus ideas y preocupaciones de poco antes. Sólo veía este raudal de jóvenes corriendo hacia el peligro y la muerte por unos cuantos ideales, simples y hermosos como su salud primaveral.

Un raudal de graves y profundas reflexiones se desprendió acto continuo de su mente al contemplarlos: «He aquí se dijo los instrumentos más poderosos del progreso humano en vergonzosa holganza, no por culpa suya, sino por el abandono de los hombres. ¡Cuánta ilustración, cuánto pan espiritual pudieron esparcir en los años que llevan arrinconados y silenciosos!

El día que se hizo doctor, y fué justamente acabados de cumplir los veintiún años, la pobre Isabel experimentó una de esas alegrías sólo comprensibles para las madres. Le abrazó derramando un raudal de lágrimas. Mamá le dijo Raimundo . Estoy ya en aptitud de hacer oposición a una cátedra.

Don Luis confortó su espíritu con la esperanza de que iba a tener mucha serenidad y de que Dios iba a poner en sus labios un raudal de elocuencia, por donde persuadiría a Pepita, que era tan buena, de que ella misma le impulsase a cumplir con su vocación, sacrificando el amor mundanal y haciéndose semejante a las santas mujeres que ha habido, las cuales, no ya han desistido de unirse con un novio o con un amante, sino hasta de unirse con el esposo, viviendo con él como con un hermano, según se refiere, por ejemplo, en la vida de San Eduardo, rey de Inglaterra.

Unas veces se ve aparecer de repente, á la vuelta de un recodo del rio, alguna ruina colosal y de formas extrañas, ó algun castillo feudal cuyo aspecto de ciudadela inexpugnable contrasta con el pálido color de los viñedos que cubren las faldas de las lomas; otras, se destaca la mole de algun peñasco formidable, severo, imponente, dominando un abismo y como amenazando precipitarse sobre el rio y cubrir gran parle de su estrecho cauce; ó se pronuncia un raudal que, violentando el movimiento de las ondas, parece querer cerrar el paso al navegante.

El Salvador del mundo admira á cuantos le oyen, con la divina hermosura de su moral, con el maravilloso raudal de sabiduría y de amor que fluye de sus labios augustos; los pueblos se agolpan para verle, y él pasa haciendo bien; afable con los pequeños, compasivo con los desgraciados, indulgente con los culpables, derrama á manos llenas los tesoros de su omnipotencia y de su amor; solo pronuncia palabras de dulzura y perdon: diríase que reserva el lenguaje de una indignacion santa y terrible para confundir á los hipócritas.

Tenía indudablemente vivos deseos de contemplar la inmensa catarata, pero una mezcla de cansancio físico y de lasitud moral, me quitaban el entusiasmo que en otros tiempos me hacía andar centenares de de leguas por gozar de un nuevo aspecto de la naturaleza. Además, el raudal del Tequendama vivía en mi memoria, y mi alma le era fiel.

Palabra del Dia

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