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Y, sumiso, cierro los ojos... Veo soles, ruedas verdes y haces de fuego, sin parar un momento... eso tiene por causa la agitación de la sangre, señores... Y, de tiempo en tiempo, una idea, como un relámpago, cruza por mi mente: «Hanckel, te estás poniendo en ridículo». Todo está tan callado, que oigo a los escarabajos que trepan a lo largo de las hojas... Hasta la respiración de ella ha cesado.

Ambas Juanas no recibían a don Paco en la sala, sino en el patio, donde se gozaba de mucha frescura y olía a los dompedros, que daban su más rico olor por la noche, a la albahaca y a la hierba luisa, que había en no pocos arriates y macetas, y a los jazmines y a las rosas de enredadera, que en Andalucía llaman de pitiminí, y que trepan por las rejas de las ventanas, en los cuartos del primer piso, donde dormían Juanita y su madre.

En Bingen, pequeña ciudad comerciante de 6,000 habitantes, situada sobre la márgen izquierda en la confluencia de un riachuelo, el Rin se estrecha violentamente por en medio de una garganta profunda de colinas rocallosas, en parte desoladas, y casi totalmente cubiertas de viñedos que trepan hácia las cimas en vastos anfiteatros de muros rústicos, cuyos escalones, sirviendo para contener la tierra vegetal y los sarmientos, que tienden á derrumbarse, forman el mas curioso conjunto de construcciones rurales que se puede ver en tamaña escala.

Las comadres se empujan; los muchachos se derriban; los unos se encaraman en los bancos; los otros trepan a los árboles; los carruajes se adelantan al paso, majestuosamente; ábrese de par en par la puerta principal y los recién casados aparecen en el umbral, ella resplandeciente de dicha en la blanca nube que la aureola, y él un poco molesto por aquellas miradas curiosas.

Atravesaron al paso, más sosegados que por la mañana, las calles de Azcoitia, y entraron de nuevo en la carretera, flanqueada siempre por el río, hundiéndose a poco en la cañada estrechísima y bravía que forman dos altas montañas, cubiertas de bosques sombríos que trepan cual escuadrones de árboles que quisieran escalarlas, para desgarrar en su cumbre el seno de las nubes, azuladas a veces, vaporosas como la flotante túnica de una poética maitagari; cenicientas otras, flotantes también, pero tétricas como el sudario que cubre las rígidas formas de un muerto.

Los únicos que vivimos en este ambiente exuberante de luz somos mi amigo y yo, que conversamos bajo los árboles de la plaza, los niños que ganguean á gritos sus lecciones en la escuela próxima, siguiendo el venerable método morisco, y los enjambres de insectos que aletean, zumban y trepan en torno de los plátanos.

Los marineros, desnudos de medio cuerpo, con una bolsa sujeta en la cabeza, cayéndoles sobre la espalda como un inmenso capuchón, bajan a tierra, reciben en el espacio comprendido entre el cuello, el hombro y el brazo izquierdo, una cantidad increíble de astillas, las sujetan con una cuerda amarrada en la muñeca de la mano libre, y cediendo bajo el peso, trepan laboriosamente al vapor y arrojan su carga junto a las hornallas.

A nuestra izquierda, es decir sobre la márgen derecha del rio, se destacaba sobre un collado de base rocallosa la masa caprichosa y desordenada de la pequeña villa de Neuhausen, que vive ensordecida por el estruendo de las ondas irritadas, y cuyos edificios se avanzan en parte sobre las rocas del raudal, ó trepan hácia la colina, ó se pierden de vista en el fondo del valle superior, á la sombra de algunos grupos é hileras de álamos blancos.

Así, despues de llenar completamente el lindo vallecito, la ciudad se extiende en dispersos arrabales sumamente graciosos, que trepan por los flancos de los collados y se esparcen en las praderitas bajo las bóvedas que forman innumerables árboles frutales ó de adorno. La capital numera 14,522 habitantes, de los cuales unos 10,000 reformados.

El jardín del norte está plantado de olivos, de azufaifos y de nísperos del Japón. El otro es un enorme bosque de naranjos, de higueras, de limoneros, de áloes, de chumberas y de parras gigantescas que lo invaden todo, que trepan a todos los árboles y se encaraman en lo más alto. El señor de Villanera decía ayer que la vid es la cabra del reino vegetal.