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El cemento es polvo de la carretera, las paredes son tabiques, las pilastras están huecas... El mejor día hay una catástrofe, que ni la del Dos de Mayo... Y por tres o cuatro pesetas estamos allí centenares de hombres honrados con la muerte en la garganta, mientras los culpables hacen vida de grandes señores. Yo soy imparcial y reconozco mis engaños.

I no imaginen los de la opinion contraria que echan por el suelo mis argumentos con decir que está escrito en las leyes; porque sabido es que los legisladores son hombres, i por tanto sujetos en todo á las miserias humanas, i á dejarse llevar en sus determinaciones por los engaños de falsos consejos, ó por error de sus entendimientos.

Freya había rodado mucho por el mundo, á través de vergonzosas aventuras, y sabría librarse por su propio esfuerzo, sin necesidad de complicarle nuevamente en sus enredos. La historia que acababa de relatar no era para él mas que un tejido de engaños.

-No se pueden ni deben llamar engaños -dijo don Quijote- los que ponen la mira en virtuosos fines.

No con menos temor, menos sosiego, Tímido ruiseñor su esposa llama, Á quien el plomo en círculos de fuego 2385 Quitó la amada vida en verde rama, Que mi confuso pensamiento ciego En noche obscura los engaños ama, Esperando que llegue con el día La muerta luz de la esperanza mía. 2390 Mas ¿cómo puede haber tales engaños?

Los antiguos tienen la ventaja de haber sido los primeros, y por esto los imaginamos como mas venerables, porque de ordinario formamos concepto mas grande de los hombres famosos quando están distantes de nosotros, que quando están á nuestra vista, pues entonces hallamos que son hombres como los demas, y sujetos á las mismas inclinaciones y engaños que nosotros mismos, y por esto solemos apreciar mas lo que tenemos distante, que lo que está cercano.

A los amantes á ganar el favor de las damas, y á éstas á encantar á sus galanes, y á unos y á otras á burlar con engaños, astucias, sobornos y libertinaje el celo que ponen los padres en que se guarden las leyes de la decencia y del decoro. ¡Buenas lecciones aprenden las jóvenes inocentes averiguando la mejor manera de tomar cartas amorosas, y contestarlas cuanto antes; de excitar y provocar á los enamorados, fingiendo frialdad, á que extremen más sus pretensiones; á valerse de las confidencias de las criadas; á hablar á los galanes por la ventana, introducirlos en su casa y esconderlos astutamente, y al término de todo esto una boda venturosa para que no sientan miedo ni horror ni al principio, ni al medio, ni al término de sus amoríos! ¡Máximas tan cristianas y tan santas como la de que es preciso ser atrevido para amar y ser amado, sin temer nunca que nos falte ingenio ni capacidad para obtener el triunfo, como en la titulada El amor hace discretos; ó que no ha de amedrentarnos ningún obstáculo, como en la de El amor hace milagros; ó que se debe batallar con empeño contra los desengaños, como en la titulada Porfiando vence amor; por último, que se han de desatender los lazos de la sangre, los deberes que hemos de cumplir, la gratitud, la sana razón, las inspiraciones de la conciencia y todo lo demás de igual índole por obedecer esa máxima tan sensata, tan cristiana y tan política de que Antes que todo es mi dama!

El joven iba ya enterándose de lo que eran el amor y sus dulces engaños. Vieron venir hacia ellos un viejo de cara hosca con un cayado al brazo, un guarda de Consumos que paseaba. Los dos, instintivamente, se separaron desenlazando los brazos. Esta sorpresa les sacó de su dulce somnolencia. Maltrana, en quien las impresiones eran menos duraderas, volvió, como él decía, a la realidad.

3 Contra el amor no hay engaños, de D. Diego Enríquez. 4 El hijo de Marco Aurelio, de D. Juan de Zavaleta. 5 El nieto de su padre, de D. Guillén de Castro. 6 Osar morir da la vida, de D. Juan de Zavaleta. 7 A lo que obliga el ser Rey, de Luis Vélez. 8 El discreto porfiado, de tres ingenios. 9 La lealtad contra su Rey, de Juan Villegas. 10 La mayor venganza de honor, de D. Álvaro Cubillo.

Pues señor, atando ahora el cabo de esta narración, sigo diciendo que aquel día comió la señora con buen apetito, y mientras tomaba los alimentos adquiridos con el duro del ciego Almudena, digería fácilmente los piadosos engaños que su criada y compañera le iba metiendo en el cuerpo.