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Dijo la palabra insultante, pero apenas si se oyó. Fermín abalanzose a él con tal ímpetu, que rodaron las sillas y tembló la mesa, deslizándose con el empujón hasta la pared. Llevaba en una mano la navaja de Rafael, el arma que había olvidado dos días antes el aperador en aquel mismo colmado.

Y, por otra parte, no puedo casarme llevando en el corazón una duda insultante contra la que va a ser mi mujer. Elena al Padre Jalavieux. Estoy todavía temblando de miedo, mi buen señor cura. Mi pobre padre ha estado muy enfermo durante dos días y dos noches, y yo he pasado terribles angustias. La gota iba subiendo y los médicos no ocultaban el peligro.

Gonzalo tomó una expresión iracunda; mientras Ramiro, alzando la cabeza y levantando por detrás su capa con el estoque, le observaba por arriba del hombro, con una sonrisa más insultante que toda palabra.

Sus contemporáneos acusaron a Amat de poca pureza en el manejo de los fondos públicos, y daban por prueba de su acusación que vino de Chile con pequeña fortuna y que, a pesar de lo mucho que derrochó con la Perricholi, que gastaba un lujo insultante, salió del mando millonario.

¡Un hermano! interrumpió el señor de Maurescamp con el mismo tono de ironía insultante. ¡Sea! replicó Juana animándose , un hermano... si así lo quiere... Pero, en fin, él me ha salvado, esto es lo que hay de cierto.

Hacía dos días que le hablaba a cada momento de su amigo con gran interés, preguntándole por su vida anterior. Aquella noche, después de la comida, se había peleado con los jóvenes de su banda en el jardín de invierno, sin saber por qué. Luego, en las cercanías del fumadero, nueva discusión, terminada con una ruptura insultante.

Te vas con él á Inglaterra; me le quitas cuando sabes que no puedo vivir sin él. Tu me asesinas, tu me... La voz se perdió en mi garganta y, fuera de , permanecí delante de ella sin decir palabra y como atontada. Juana me creyó impotente y aniquilada y cobrando ánimos me dijo con risa insultante: ¡Bah! No le amas tanto puesto que le olvidas muy bien conmigo...

Recelos, malos modos, despótico trato, reprensiones inmotivadas, correcciones estúpidas, alardes de ciencia que tenían por objeto mantener un crédito cimentado en arena, y, sobre todo, esa desconfianza ofensiva, insultante, que hay en algunos ricos para con el desgraciado que les sirve y gana poco, de quien se teme todo lo malo, y a quien se puede ultrajar impunemente, pues se sabe que el ultrajado tendrá que callar, porque si habla y replica, y rechaza con noble energía la infame sospecha, se quedará sin el mendrugo diariamente ganado a costa de un trabajo penoso.

Los dos dientes que en sus encías quedaban, parecían correr de un lado a otro de la boca, asomándose tan pronto por aquí, tan pronto por allá, y cuando terminaba su perorata con un gesto de desdén supremo o de terrible sarcasmo, cerrábase de golpe la boca, los labios se metían uno dentro de otro, y la barbilla roja, mientras callaba la lengua, seguía expresando las ideas con un temblor insultante.

Crespo, como si no hubiera en el mundo penas, ni amigos que se ahogaban en ellas, alegre, con aquel insultante regocijo que le inspiraba a él la helada en las mañanas más frías del año, frotaba las manos y hablaba del precio de las reses, y de las ventajas de la parcería, locuaz, como nunca se le veía en Vetusta.