United States or Turkmenistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Su rostro se transfiguró, abrió los ojos y me contempló como si viera una visión; pero luego que volvió en , sus facciones readquirieron su expresión de gravedad y de tristeza. ¡Vaya, vaya! ¿Qué tienes, hijita? dijo. Estas no son cosas que haces todos los días. Me rechazó suavemente, y también esta vez permanecí parada, abandonada a misma, con el corazón desbordante.

Al día siguiente aun permanecí en el pueblo, que abandoné el 26, no sin estrechar contra mi corazón aquel virtuosísimo cura a quien la fortuna me había hecho encontrar, y cuya amistad fué para de gran valía desde entonces. Nunca, y Vd. lo habrá conocido por mi narración, he podido olvidar "aquella hermosa Navidad, pasada en las montañas."

»En Madrid permanecí de Julio de 1876 a Diciembre de 1882. El tiempo que estuve en la corte lo dediqué exclusivamente a mis trabajos de abogado y a la práctica de la caridad, como socio de San Vicente de Paúl y Asociación de Católicos. Fui también socio del Ateneo y de la Juventud Católica. Esta última sociedad me honró con el cargo de presidente de la sección de Derecho.

Los accidentes de mi vida me han proporcionado con frecuencia esta ventaja; pero nunca de una manera tan completa y variada como durante el tiempo que permanecí en la Aduana de Salem. Había allí, particularmente, un hombre que me dió una nueva idea de lo que pudiera ser el talento, gracias al estudio que hice de su carácter.

A pesar del cansancio que sentía, permanecí no corto espacio de tiempo en la soledad de aquella galería, perdido en mis pensamientos, y con un leve zumbar de oídos, oía el silencio, que sólo interrumpía, de vez en cuando, el ladrar de un perro en el «real» no lejano. Por fin me metí entre sábanas, dejando la ventana abierta, y en seguida quedé dormido.

A los pocos meses era yo fraile; y previo el noviciado de rigor, profesé y recibí las órdenes sacerdotales, tomando el nombre de fray José de San Gregorio, nombre que hice estimar, señor capitán, de mis prelados y de mis hermanos todos, durante los años que permanecí en mi Orden, que fueron pocos.

Muy temprano me despedí de Julia y dirigí al señor D'Orsel palabras de agradecimiento que procuré decir con la mayor serenidad posible. Después, no sabiendo en qué ocupar el día y no teniendo interés, por decir así, en el empleo de una vida que sentía desprenderse de minuto a minuto, fui a ponerme de codos en la balaustrada que caía sobre los fosos y allí permanecí no cuánto tiempo.

Mucho tiempo permanecí anonadado; pero súbitamente un rayo de luz iluminó mi mente. Casi todos los días acudía yo al anfiteatro de la Academia y presenciaba los cursos. Recordé que en la mañana de aquel día, se había recogido en la calle el cadáver de una joven del bajo pueblo que había sido atropellada por un tranvía. Tendría la misma edad, más o menos, que Matilde.

Volví a nadar lentamente, y a tres pasos vi una sombra; era el enorme cilindro que saliendo de la ventana llegaba a flor de agua. Su diámetro era, aproximadamente, doble que el cuerpo de un hombre. Iba a acercarme más, cuando divisé al otro lado del tubo la proa de un bote. Mi corazón latió con violencia y permanecí inmóvil.

Mas el tiempo en que permanecí indeciso fue suficiente para que el cura se marchara y, tosiendo hasta reventar, se alejase hacia el altar mayor, donde su negra silueta se abatió para alzarse de nuevo y salir por la puertecita lateral. La iglesia quedó al fin verdaderamente solitaria. Mis ojos, habituados ya a la oscuridad, podían explorar todos sus rincones.