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Actualizado: 29 de julio de 2025


Herida en lo más vivo de su orgullo por aquella diplomacia fría, protectora, insultante que en su sentir respiraban las palabras de su antiguo amante, vomitaba la rabia de su corazón sobre la hija.

Todo el que padece sobre la tierra puede preguntar a Dios como Job: ¿Cuándo la existencia te pidió la nada?... Por lo demás añadió adoptando un tono despreciativo, insultante, desde que usted ha entrado por esa puerta supe a lo que venía. No quiero discutir con usted, porque me aburriré.

El hierro era la sangre de Bilbao, el aire de sus pulmones, y al faltar de repente, caería la villa ostentosa con repentina muerte, desaparecería, como el decorado de una comedia de magia, aquella riqueza creada de la noche á la mañana, que era para la masa infeliz una opulencia insultante.

¿Qué pasa? dijo el gitano a quien este insultante exordio había sacado de su éxtasis. ¡Pues bien! ¡tres veces maldito! yo te conjuro en nombre del superior del convento de San Francisco que es mi dueño y el tuyo... El mío, no, fraile. Mi dueño y el tuyo continuó ; te conjuro a desplegar las velas y a tomar el portante.

Pero ella ¡la maldita! tenía la tenacidad glacial, la audacia insolente de las malas hembras que nacen para ser asesinadas. Le miraba insultante, con la boca apretada y un gesto de desafío. , pégame; eso es muy español. Mátame, como matan en tu tierra á las mujeres, cuando no quieren amar. Anda, don José; ya estamos en el final de Carmen. ¿Dónde guardas la navaja?...

No tardaron los señoritos, a pesar del ideal, en tomar parte más activa en el entusiasmo alegre y expansivo de aquellas artistas. También ellos eran pintores. Y, a pesar de las burlas casi irrespetuosas del pinche y de la sonrisa insultante de Pedro, los dos caballeros quisieron probar sus habilidades metiendo la mano en pastas y almíbares y en cuanto se preparaba. Paco se puso perdido.

Pasó una hora sin que ningún incidente alterase la marcha de la lucha. El guipuzcoano abría sus perforaciones, pasando de una á otra sin levantar la vista. El Chiquito le llevaba aún un agujero de ventaja como al principio del combate. Los mineros de Bilbao continuaban en su alegría insultante. ¡Aún admitían apuestas!

No es duro, no es insultante, no es ni siquiera exclusivo, no se opone á que otros sean alabados; solo quiere participar. ¡Con qué ingenua complacencia refiere sus trabajos y aventuras! En pudiendo hablar de mismo su palabra es inextinguible. A sus alucinados ojos, su vida es poco ménos que una epopeya.

El grito gutural parecía adquirir poco a poco, al repetirse, los contornos y la significación de un lenguaje. Era irónico, burlón, insultante; echaba en cara su prudencia al forastero; parecía llamarle cobarde. En vano intentó no escuchar. Nublábase su vista, le pareció que la vela ya no daba luz; en los intervalos de silencio, la sangre zumbaba en sus oídos.

¿Y no has nacido allá? preguntó Julio, sonriendo. El doctor hizo un movimiento de protesta, como si acabase de oir algo insultante. No; yo soy alemán. Nazca donde nazca uno de nosotros, pertenece siempre á la madre Alemania. Luego continuó, dirigiéndose á Argensola: También el señor es extranjero.

Palabra del Dia

gallardísimo

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