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Y se lanzó á ser enfermera, admirando el uniforme blanco con su capa azul y su alba toca: algo sencillo y nuevo que sentaba perfectamente á su belleza. Su afán por lucir esta última moda le hacía abandonar muchas veces á los enfermos, paseando en automóvil por el Bosque de Bolonia la blanca túnica con cruces rojas en las mangas y en el pecho.

No sostengo sino que mañana a las siete estaré en el bosque de Bolonia, avenida de la Muette, con un testigo, y armas. ¡Hasta mañana! Mejor hasta la noche; pues hoy es jueves, día de recepción en casa de Antoñita, y por nada me privaría de verla. Está bien; a la noche la veremos, y mañana nos veremos. Dicho esto, Amaury se alejó furioso y regocijado al mismo tiempo.

Luego, con una agilidad de muchacha, como si aún fuese la amazona endiablada del Bosque de Bolonia, saltó hacia él con los brazos abiertos. Toma... toma... y toma.

Los curiosos recorrían los alrededores para admirarlas trincheras recién abiertas y los alambrados con púas. El Bosque de Bolonia se llenaba de rebaños. Junto á montañas de alfalfa seca, toros y ovejas se agrupaban en las praderas de fino césped. La seguridad del sustento preocupaba á una población que mantenía vivo aún el recuerdo de las miserias sufridas en 1870.

Y el domingo por la tarde, cuando con sus tres compañeras de «sitio» tomaba el sol en el Bosque de Bolonia entre millares de parisienses, se enteró por los extraordinarios de los periódicos que el combate que se había desarrollado junto á la ciudad y se iba alejando era una gran batalla, una victoria. He visto mucho, Madama Desnoyers... Puedo contar grandes cosas.

Eran más de las once, y ella iba á dar su paseo diario por la avenida del Bosque de Bolonia para saludar á las personas conocidas y verse saludada por ellas. Se presentó vestida con una elegancia indiscreta y demasiado ostentosa, que parecía armonizarse con su género de hermosura.

D. Álvaro de Sande. Estaba en este tiempo muy malo Juan Andrea Doria, y envió algunas veces con Plinio de Bolonia á decir al Duque que mandase que se embarcase la gente y las otras cosas que habían de ir en cristiandad, y si también que el Duque mandó dar 200 escudos de su casa á Agustín Febo, alguacil real del armada, porque solicitase la embarcación de la manera que Juan Andrea pedía que le embarcasen y el Duque que lo embarcasen: las causas que hubo para lo que quería el uno y el otro no se hiciese, se pueden bien saber y á no toca decirlas.

El cardenal español, después de estas campañas que devolvían media Italia al Papado, era rico como un rey y fundaba en Bolonia el famoso Colegio Español. El Papa, conociendo sus rapiñas, quiso pedirle cuentas, y el altivo don Gil presentó un carro cargado de llaves y cerrojos. Son dijo con fiereza de las ciudades y castillos que gané para el Papado. He ahí mis cuentas.

La Saboyana del Bosque de Bolonia. Una Colegiala. Cuestion atrasada. Curiosidades. A última hora. Es el último dia que el brigadier Rotalde piensa permanecer en Paris, y estoy en el caso de hacerle los honores que son debidos al que se va. Poco despues de las diez de la mañana, estamos en la Plaza de Vendome, en cuyo centro se levanta una enorme y gallarda columna.

Noticioso el monarca de la venida del buen Catelan, ó de los presentes que Catelan traia, ora fuese por Catelan, ora por los presentes, porque la tradicion no aclara este punto, envió un piquete de soldados bajo el mando de un capitan, cuyo piquete tenia por fin el guardar al espléndido provinciano de los bandoleros y asesinos que infestaban á la sazon el bosque de Bolonia.