United States or Honduras ? Vote for the TOP Country of the Week !


Verá el señorito lo que tardan en juntarse unos y otros, y entonces será ella. Ya se incendian en el campo muchos pajares, sin que se vea la mano que les prende fuego. Dupont se exaltaba. Mejor: que se uniesen todos, que se sublevaran cuanto antes, para acuchillarlos, y obligarles a volver a la obediencia y la tranquilidad.

Ya no eran las deudas y los apuros pecuniarios las amarguras de la vida; ahora, la fatalidad, según ella decía, complacíase en agobiarla con nuevos golpes, quitando a la familia los escasos medios que la restaban para sostener su prestigio. Aquella mañana había sido de prueba para las de Pajares. Nelet el cochero subió muy alarmado a dar cuenta a sus señoras de que el caballo estaba enfermo.

Más de media hora estuvo oyendo los agravios que don Juan tenía con su hermana, el odio nacido al casarse ésta con el doctor Pajares, que sobrevivía a pesar del tiempo transcurrido. Adiós, Juanito, y no hagas caso de tu madre dijo al despedirle en la escalera . Lo que debes hacer es preocuparte menos de tu familia, que nunca ha pensado en ti, y preparar tu porvenir.

Sus antiguos criados en carruaje, ensuciándola con el polvo de las ruedas, y ella, la hija de un millonario, la viuda del doctor Pajares, a pie y humillada por unas gentes a las que siempre había tratado con cierto desprecio. Jamás había imaginado que pudiera ocurrir aquello. Agobiada por las deudas, esperaba la caída, pero no tan honda y lastimosa para su dignidad.

Las de Pajares y sus dos acompañantes siguieron por una acera del Mercado. Delante, las dos niñas con Andresito; Concha malhumorada y ceñuda porque en todo el día no había visto al elegante Roberto, y Amparo muy satisfecha de poder lucir un novio, para molestia de su hermana.

La galerita de las de Pajares, a pesar de su cubierta charolada, de los arneses brillantes y de sus ruedas amarillas, tan finas y ligeras que parecían las de un juguete, aparecía empequeñecida y deslustrada en el gigantesco rosario de berlinas y carretelas, faetones y dog-carts que, como arcaduces de noria, estaban toda la tarde dando vueltas y más vueltas por la avenida central del paseo.

Y como el muchacho, por su parte, le tenía gran afecto a don Eugenio y cierta querencia a Las Tres Rosas, que era donde habían transcurrido los primeros años de su vida, de aquí que Juanito, a los trece años, entrase en la tienda como aprendiz distinguido, con la ventaja de comer y dormir en su casa. En cambio, los hijos del doctor Pajares gozaron una niñez rodeada de atenciones.

Entre los carruajes que velozmente y atronando las calles atravesaban el centro de la ciudad, pasó el cochecito de Cuadros, y tras él una carretela de alquiler en la que iban las de Pajares.

Mientras tanto, las niñas de Pajares, las de López el famoso bolsista y otras amiguitas posesionábanse de los balcones, convirtiéndolos en pajareras con su charla graciosa y sus ruidosas risas. La plaza era un mar multicolor de cabezas.

Grupos de jinetes mezclados con jóvenes oficiales de caballería caracoleaban por entre los carruajes, tendiéndose algunas veces sobre el cuello de sus cabalgaduras para hablar al través de una portezuela. Las de Pajares contemplaban con nostalgia de desterradas el paso de los carruajes. ¡Gran Dios, qué tarde! ¡Se acordarían de ella toda la vida! Era la primera vez que iban a pie a la Alameda.