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Viendo los círculos, los precipicios, los valles, los desfiladeros, asistimos, como convertidos de pronto en inmortales, al gran trabajo geológico de las aguas que abrieron sus cauces en todas direcciones en torno de la masa primitiva de la montaña. Se les ve, digámoslo así, esculpir incesantemente esa masa enorme para arrancarle despojos con que nivelan la llanura ó ciegan una bahía del mar.

En la última escena asistimos á la recepción de Alfonso de Castilla, recién llegado á Nápoles, que ha de casarse con la Reina; suscítase entonces en la antecámara una disputa entre los caballeros, porque Roberto ha sabido las astucias de Lisardo, y le pide satisfacción de ellas; pero la Reina interviene y explica lo ocurrido, por cuya razón se aplaca Roberto, conviniendo en que su adversario se case con su hermana.

Por lo pronto, asistimos al curioso espectáculo de que un antiguo profesor de Universidad sea el árbitro de la tierra.... ¡Qué diría Napoleón si viese esto noventa y cuatro anos después de su muerte! Toledo asentía dolorosamente. ; sus tiempos habían pasado.

Era indudable que Juan de Aguirre vivía cuando su familia y yo, de chico, asistimos a su funeral. Por las mañanas, al asomarme al balcón, veo el pueblo con sus tejados rojos, negruzcos, sus chimeneas cuadradas y el humo que sale por ellas en hebras muy tenues en el cielo gris del otoño.

Y después, cuando nos imaginamos que vivimos con los moros y que asistimos á las escenas de su vida, como en El hijo de Reduán, en El bastardo Mudarra, etc., ¡cuánto fuego y pompa oriental, qué gradación de colores tan voluptuosa, qué efectos en los contrastes de ostentoso orgullo y de sensualismo, por una parte, y cuánta sencillez y cuánta fuerza, por otra!

Asistimos luego á la entrevista nocturna de los dos amantes, llena de fuego y de apasionada ternura; Julia, al fin, después de hacer alguna resistencia, accede á las súplicas vehementes de Roselo de casarse con él en secreto. Jornada segunda. El enlace clandestino de Roselo y de Julia se supone ya consumado, pero la dicha de ambos es poco duradera.

Este cuartel es la casa cristiana de lo que unos llaman heroicidad, de lo que otros llaman barbarie; pero de todos modos, es casa cristiana, porque la caridad es tan vecina de todos los países, que lo mismo puede ejercerse con los héroes que con los bárbaros. Además, hay otra circunstancia que favorece más la idea de que visitamos un cementerio, de que asistimos á un cortejo fúnebre.

Con tal propósito toma á su servicio á D. Félix, hermano de Dorotea, que en su concepto puede ayudarle á la consecución de su propósito. Asistimos luego á la iluminación y á las fiestas, que se celebran en Sevilla por la noche, para solemnizar la llegada del rey.

Don Tello García, rico-hombre orgulloso y tiránico, ha seducido á Doña Leonor, dama noble, aunque pobre, bajo promesa de casamiento, pero á quien rechaza siempre después con menosprecio, cuando se le recuerda. En las primeras escenas del drama asistimos á las fiestas, con que Don Rodrigo, vasallo de Don Tello, celebra su casamiento con la bella Doña María.

Los espectadores son transportados después á la corte de Carlomagno, en donde justamente se celebra un suntuoso torneo con motivo del ventajoso tratado del Emperador con D. Alonso, antes de emprender la expedición á España. Aquí encontramos á Rolando, á Reinaldos y á los demás paladines, y asistimos á los amores, tan renombrados en los romances, de Belerma y Durandarte.