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Romances populares y su fusión en el drama. La historia del teatro español, rigorosamente hablando, sólo comienza en la época en que la nación llamada hoy España, surgió con su lenguaje especial de los restos de los diversos pueblos, que invadieron sucesivamente la Península pirenáica. No creemos, pues, de este lugar inquirir si antes de ese tiempo se representaron en ella obras dramáticas.

El fisiólogo comprendió que era de todo punto imposible la realización de aquel matrimonio. Por la noche, hallándose a solas, se lo hizo entender así a su esposa con la debida suavidad: no habría exageración en decir timidez. Expuso las razones que tenía para hallar tal unión desacertada, todas rigorosamente científicas y basadas en los últimos progresos de la antropología.

Si Góngora afectó siempre precisión; si casi todas sus nebulosidades más desacreditadas encierran por lo común singular profundidad, y cuando se examinan despacio nos sorprenden por su agudeza, sus imitadores acumularon tan sólo un caos de imágenes heterogéneas, vano oropel y necia confusión; y cuando se reconstruyen rigorosamente sus frases, se averigua que el pensamiento es nulo por completo.

Si de vuelta de correr la sardina salía alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que éste le tomaba rigorosamente, en el balcón se oía la primera guantada de las que administraba el desdichado marido á su costilla; desde el balcón llamaba á su padre, á su madre y á Tremontorio; desde el balcón les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcón imploraba el auxilio de Dios..., y de balcón á balcón se enredaba un diálogo animadísimo que entretenía, por espacio de media hora, á las gentes de la calle.

El severo Inocencio III se vió obligado en el año 1210 á prohibir rigorosamente la representación de escenas dramáticas en las iglesias, y en especial por los clérigos ; y aunque igual prohibición fué confirmada después por los cánones de muchos concilios , no abolió por completo estos piadosos espectáculos, sirviendo tan solo para que variase el lugar en que se representaban.

Pasaban de cincuenta los comensales del otro sexo, rigorosamente vestidos de sociedad, lo mismo que los criados que les servían los manjares y los vinos, y figuraban entre los primeros las tres cuartas partes de los ministros, incluso el presidente; los de ambos «cuerpos colegisladores»; varios diputados de empuje, con grupito; la flor y nata de los ancianos del senado; el Capitán general y el Gobernador civil de Madrid..., y así sucesivamente; porque una cosa es que todos estos y otros personajes estimaran al anfitrión en lo que verdaderamente valía, y otra muy diferente los rumbosos festivales que sabía disponer en su casa para prestigio de ella y regalo de sus amigos.

Por lo común sólo se referían á sus cualidades externas, usándose únicamente por el público, que no siempre expresaba con ellos ideas claras y precisas, ni reparaba gran cosa en fijar rigorosamente su sentido, puesto que ningún poeta llamó nunca á sus composiciones comedias de capa y espada, ni las tituló así, ni aun ningún librero puso tal epígrafe á drama ninguno impreso . Es inútil, por tanto, creer en la exactitud de estas denominaciones, ó deducir de ellas las cualidades internas de las distintas clases de comedias, ni torturarlas para arrancar una confesión, que ha de ser forzada y falaz.

Por lo que sus producciones son retales admirables de psicología que, aunque rigorosamente lógicas en el fondo, se muestran tras esa dulce incoherencia que hace amable la vida; obras que se desenvuelven fácilmente, sin convulsiones, redimidas de aquellas terribles y absurdas líneas verticales con que los cultivadores del antiguo teatro desfiguraban la realidad.

Donde quiera calles enteramente pulcras, anchas como plazas, tiradas rigorosamente á cordel y cortadas como á compás en porciones absolutamente iguales, con los mismos pavimentos, el mismo aspecto, el mismo silencio y la soledad mas soñolienta que se puede imaginar.

Notando que el número de plantas era tan reducido, y que todas ellas, rigorosamente reducidas á trece hojas, carecian de señales que indicasen una cosecha anterior, le pedí la explicacion de esas circunstancias. «El gobierno, me dijo, tiene muy minuciosamente reglamentado el cultivo del tabaco en este y otros departamentos.