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Pero el público parecía con los nervios excitados, y su estado de ánimo manifestábase con una injusta animosidad contra ciertos lidiadores o un silencio desdeñoso. El público, estragado por la gran emoción de poco antes, encontraba insípidos todos los lances. Entretenía su fastidio comiendo y bebiendo.

Repórtese vuecencia decía , y no se burle de una pobrecita muchacha. ¿Cómo he de creer yo que guste vuecencia de mi ordinariez cuando vuecencia está acostumbrado a tantas delicadezas y a tantas finuras? Vuecencia ha dado prueba de tan buen gusto, que... vamos, yo no quiero creer que tenga ahora estragado el paladar.

Todos los dias venian quejas á la corte contra el Itimadulet de Media, llamado Irax, gran potentado, que no era de perversa índole, pero que la vanidad y el deleyte le habian estragado. Raras veces permitia que le hablasen, y nunca que se atreviesen á contradecirle.

¿Cómo se había apoderado ese sentimiento profundo y verdadero de aquel estragado que había ido a Saint-Pair con las intenciones menos puras? Raúl era un ser de impulsión más que de razonamiento, esclavo de su imaginación y de sus nervios, tan incapaz de obedecer a fríos cálculos como a la regla austera del deber.

Y con su vida regular y morigerada recobró la salud, que nunca había sido muy fuerte y que habían estragado las excitaciones constantes de la existencia de calavera, para la cual no había nacido. Porque, si bien era lindo mozo, agraciado y simpático, tenía más de enclenque que de robusto. Era de genio manso, suave e inclinado a la quietud y a la paz.

Para , por ejemplo, es evidente que los españoles de los últimos años del reinado de Enrique IV de Castilla no eran peores, tal vez eran los mismos los que tenían disuelto y estragado todo el país, que los que en tiempos de los Reyes Católicos conquistaron el reino de Granada, descubrieron un Nuevo Mundo, arrojaron de Italia á los franceses y lograron dar á su patria el primado ó la hegemonía entre todas las naciones de Europa.

Parecíame que las mujeres con las cuales había estragado mi corazón y mis sentidos eran de otra especie que Amparo: me parecía que Amparo era la mujer... ella sola la mujer: esa mitad preciosa de la vida del hombre; la compensación de su fatiga, la alegría de sus pesares, el aliento de su corazón, la mitad del cuerpo y del alma de nuestro hijo, de ese dulce punto de unión donde van a confundirse en una dos existencias; la mujer con la cual nos identificamos, que siente con nosotros como nosotros sentimos con ella; que sufre cuando sufrimos; que goza cuando gozamos; que se muestra orgullosa por pertenecernos, y fuerte por nuestra fuerza; que asida de nuestro brazo se encamina tranquila a la tumba, y muere contenta y feliz si en su lecho de muerte se ve rodeada del amor de una familia en la cual se mira multiplicada, joven, fuerte, hermosa como en los días de su juventud.

¡Qué gran mujer es mi señora madre! se decía in petto con una mezcla de gratitud y de admiración. Desde los primeros días Liette había producido una profunda impresión en aquel espíritu frívolo, superficial y estragado.

Un gemido de dolor, una lágrima sola, traspasan una coraza de hierro cuando el corazon que late debajo de ella es varonil y generoso; pero no hay coraza mas impenetrable á las saetas de la caridad que un pecho embriagado de perfumes, avezado á femeniles afeites y cubierto de lustrosa seda. El pecho del hombre estragado en los deleites es la losa de un sepulcro vacío.

Más tarde, cuando llegó a los oídos de ella que al Conde le retenían en Madrid nuevos amores, Elisa se sintió un tanto cuanto contrariada; pero no bien averiguó que los nuevos amores no eran con ninguna gran señora, con ninguna dama encopetada y célebre, sino con una lugareña, mujer de un escribiente o cosa por el estilo, le entró una terrible gana de reír y de burlarse del Condesito, y olvidó sus brillantes victorias pasadas, considerándole como un infeliz parapoco, que se refugiaba entre las cursis, o por no lograr nada en esferas superiores, o por tener ánimo abatido, o gusto estragado, ruin y plebeyo.