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Hace presente á su amigo que su derecho es anterior; pero excitados por la pasión uno y otro, se acaloran, pronuncian palabras ofensivas, y su entrevista termina fijando el tiempo y el lugar para un desafío. Cuando Don Pedro llega al sitio, en que ha de verificarse, se cae del caballo y se lastima un brazo.

Creo que lo inventó la de Delille, pues te advierto que las dos son muy amigas. Es generala como otros pueden ser coroneles. Don Marcos no reparó en esta maldad. Atilio se mostraba esta noche de mal humor, con los nervios excitados, deseoso de morder. Debía haber perdido en el juego.

Los mosqueteros, excitados por ellas, descargaron también sus armas, y por consiguiente, la comedia murió como un toro, entre siseos y silbidos, ó entre arcabuzazos, como soldado valiente, pareciendo aquello una sublevación popular, cuyos caudillos eran mujeres.

Caramba, niña dijo Antoñona , vas a conseguir que suelte yo el trapo a llorar y que berree como una vaca. Cálmate, y no pienses en morirte, ni de chanza. Veo que tienes muy excitados los nervios. ¿Quieres que traiga una taza de tila? No, gracias. Déjame... ya ves como estoy sosegada. Te cerraré las ventanas, a ver si duermes.

Escuchad, queridas amigas, tengo un plan: podemos partir inmediatamente en busca de nuestros maridos. ¡Pero el camino es tan largo y estamos tan cansadas! ¡Tengo los nervios tan excitados! ¡Es natural! ¡Hemos pasado una noche tan horrible! CLEOPATRA. Por eso os propongo que descansemos aquí un par de días. Esto no nos comprometerá a nada.

En presencia de aquel aparato, que sólo alguna vieja había visto en otra ocasión, los pacíficos habitantes se hallaban sobrecogidos de respeto y excitados a la par por una gran curiosidad. El coche empezó a caminar lentamente, rompiendo las apretadas filas de los curiosos.

No falta quien diga que los primeros hombres que afrontaron tamaña aventura necesitábase estuvieran muy excitados y que fuesen excéntricos y cabezas destornilladas. Preténdese, además, que los primitivos pescadores de esos monstruos no fueron los discretos hombres del Norte, sino nuestros vascos, héroes del desvarío.

No me causó vacilación aquel flujo de palabras, pero acabé por escucharlas. La afectuosa exasperación de Oliverio actuó como un calmante sobre mis nervios, espantosamente excitados y templó su tensión. Le pedí que me perdonara aquel arranque, efecto de mi estado de aturdimiento, asegurándole que en mis palabras no había ni asomos de desconfianza.

Sonaban como cañonazos los golpes de las puertas, repitiéndolos el eco de nave en nave. Una escoba comenzó a barrer por la parte de la sacristía, produciendo el ruido de una enorme sierra. La iglesia vibraba con los golpes de algunos monaguillos que sacudían el polvo a la famosa sillería del coro. Parecía desperezarse la catedral con los nervios excitados: el menor frote le arrancaba quejidos.

Sus nervios y su fantasía hallábanse horriblemente excitados, por lo cual Teodoro juzgó prudente obligarle al reposo. Sonriendo le dijo: Por ahora ha visto usted bastante. No se pasa de la ceguera a la luz, no se entra en los soberanos dominios del sol como quien entra en un teatro. Es este un nacimiento en que hay también mucho dolor.