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Manifestábase en su rostro y en toda su persona aquel desaliento, aquella profunda consternación que experimenta aquel que ve de pronto, paralizados por la desgracia, sus más nobles esfuerzos. Delaberge no podía comprender cómo y por qué el solo anuncio de su entrevista con Simón había asustado de tal modo a aquella mujer.

Su apreciable familia observaba con grata sorpresa, no sólo que el carácter del chico se dulcificaba a ojos vistas, sino también que crecían y se propagaban en él de un modo inusitado la inclinación al aseo y los hábitos de compostura. Esta loable inclinación manifestábase en todas las prendas de vestir que adornaban su persona, pero muy particularmente en el calzado.

Apenas se encontraba con la mirada vidriosa de Febrer, corría a una mesita cubierta de botellas y vasos. Su cariño manifestábase con un incesante deseo de hacerle beber todos los líquidos ordenados por el médico. Cuando Jaime, en su turbio despertar, encontraba el rostro de Margalida, sentía una impresión placentera que le ayudaba a mantenerse con los ojos abiertos.

Plácido la profesaba con no menos entusiasmo que cualquier caballista andaluz, sólo que era de infantería, y además no quitaba la vida a nadie. Su conciencia, envuelta en horrorosas nieblas tocante a lo fiscal, manifestábase pura y luminosa en lo referente a la propiedad privada. Era hombre que antes de guardar un ochavo que no fuese suyo, se habría estado callado un mes.

Pero el público parecía con los nervios excitados, y su estado de ánimo manifestábase con una injusta animosidad contra ciertos lidiadores o un silencio desdeñoso. El público, estragado por la gran emoción de poco antes, encontraba insípidos todos los lances. Entretenía su fastidio comiendo y bebiendo.

Manifestábase sorprendida de su repentina e inopinada declaración. ¿Qué mosca le había picado al cabo de cuatro años de ausencia? Sus padres, que antes que ella habían abierto la carta, estaban igualmente sorprendidos: opinaban que era un paso irreflexivo, propio de los pocos años, un capricho del momento, del cual ya estaría probablemente arrepentido. Ella compartía enteramente esta opinión.

Como la iglesia estaba aún a medio hacer, el culto se celebraba en la capilla provisional, que era una gran crujía baja, a la izquierda de la puerta. En el arreglo de esta crujía para convertirla en templo interino, manifestábase el buen deseo, la pulcritud y la inocencia artística de las excelentes señoras que componían la comunidad.

En casi todos los asuntos que en la mesa se trataban, manifestábase claramente el desdén que la mayor parte de las cosas y personas inspiraba a aquella privilegiada familia, y el íntimo convencimiento que todos profesaban de su indiscutible superioridad. Esta superioridad era el dogma de la casa.

La secreta antipatía que inspira el acreedor manifestábase en el alma de Rubín en forma de un odio recóndito, nacido quizás del sentimiento de humillación que producen las deudas a toda persona de amor propio muy susceptible. El tal era Cándido Samaniego, hombre medio curial y medio negociante, en su trato afable, en sus negocios duro.