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Dos días después, don Alonso Blázquez Serrano, saliendo de visitar al señor de la Hoz, topaba con Ramiro en la escalera. El mancebo descendió para acompañarle. Cuando llegaron al patio, don Alonso, arrimándose a una columna, como si buscara ocultarse de los lacayos, díjole sin ambages que algunas personas comenzaban a murmurar de sus frecuentes visitas al barrio de Santiago.

Cuando llegó a comprenderlas por declararlas el otro sin ambages ni repulgos, las angustias de la desventurada fueron tales, que le parecieron de juego las sufridas hasta allí.

Chisco, que caminaba a mi lado sin perder el compás de sus aplomados movimientos, apenas dejó descubrir en una mirada sosona y descolorida, que se había enterado de la alusión. Chorcos me declaró sin ambages que estaba «amerluzaón del too» por la criada de mi tío; la tenía en las «telucas de los ojos» y «metía de patas en el corazón.

¡Ah! exclamó triunfalmente Maugirón. ¿Lo veis? Tragomer, noble bretón cuya sinceridad está fuera de duda, puesto que no quiere engañarme con mi... amiga que se le ofrece sin ambages, comparte conmigo la opinión que yo he tenido el honor de desarrollar ante esta honrada concurrencia... Habla, Tragomer; debes tener argumentos para estos mogigatos que me chillaban hace un momento y ahora te escuchan con la boca abierta porque tomas esos aires tenebrosos que les hacen esperar revelaciones sensacionales. ¡Anda, amigo mío, rompe los diques de tu elocuencia, convéncelos, aplástalos, á Marenval sobre todo, que ha estado innoble conmigo, interrumpiéndome continuamente, como si estuviese yo elogiando alguna falsificación de su fécula, que es, dicho sea de paso, la más sospechosa porquería que se ha fabricado nunca en los dos hemisferios!

De lo que me dio a entender mi hija el viernes; de lo que ayer sábado me declaró sin ambages, y de lo que hoy ha dejado traslucir en su relato, se deduce que su enfermedad, como le he dicho a usted antes, no tiene más que un remedio; y ese remedio es incompatible con los planes que yo tenía.

Sin embargo, desde que Tragomer llegó á bordo del Magic y se presentó en casa del ganadero, parecía que el prestigio de Sorege había disminuído. Los dos hermanos más jóvenes, Felipe y Edward, estaban en aquel momento en Londres, y su entusiasmo por la fuerte complexión de Cristián fué muy significativa. El cow-boy Felipe declaró sin ambages á su hermana que hubiera debido escoger al noble bretón.

Recorría las calles con el tomo en la mano, entraba en las librerías y se enteraba de cuántos ejemplares se habían vendido, iba a los cafés y leía en alta voz algunos versos dejando estupefactos a los parroquianos, y en todas partes voceando y gesticulando dilataba la fama del poeta. Tristán agradecía aquella devoción; pero no lo bastante; hay que decirlo sin ambages.

Hasta entonces jamás había abordado esta cuestión, porque sabía que su parecer iba a discrepar algo del de una gran parte del vecindario. Mas había llegado, a su entender, la hora de «emitirlo sin ambages ni rodeos». El comunicado que leyó era el primero que acerca de este asunto dirigía al Progreso de Lancia. Comenzaba así: «Señor Director de El Progeso de Lancia.

En una frase la situación se planteaba claramente y sin ambages. Sorege era audaz, pero Jacobo no podía ya ser engañado, pues le conocía. Por eso contestó tan rotundamente como había sido interpelado: Estoy aquí con nombre falso, Sorege, porque soy un desgraciado que no puede llevar el suyo verdadero.

Hay que aclarar esto de los escrúpulos de conciencia del insigne portugués: con ello ha querido decirse, que no era capaz de cometer un robo en despoblado, ni de llevar a cabo, ostensiblemente, acción alguna de las que pena el código; pero realizaba sin ambages negocitos de doble fondo y a tan delicada y lucrativa faena dedicaba todo su tiempo, toda su inteligencia y todas sus uñas.