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Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y obscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales.

Dirigiendo una mirada hacia lo que fue, con la curiosidad y el interés propios de quien se observa, imagen confusa y borrosa, en el cuadro de las cosas pasadas, me veo jugando en la Caleta con otros chicos de mi edad poco más o menos.

Fue, con la prisa que pudo, a buscar la capa, y bien embozado volvió a su puesto de centinela en el cenador, desde el cual veía el perfil de la tapia, destacándose borrosa en el cielo negro; y vería también el balcón del tocador si se abría para dar paso a don Álvaro.

El sabía, y nadie más, quién era aquel joven cuya muerte venía á llorar en la iglesia. El recuerdo de la princesa Lubimoff surgió en su memoria lo mismo que una imagen borrosa por el empolvamiento del olvido. La princesa estaba demente, ¡pero era su madre y le había amado tanto!... Su egoísmo se sublevó en seguida contra esta emoción.

Todo le había sido fácil en los primeros tiempos. Recordaba a su madre, una señora pálida y cortés, de personalidad algo borrosa, que parecía encogerse como oprimida por la majestad del esposo. Su amor a Fernando, el hijo primogénito, era el único sentimiento vehemente que desdoblaba y hacía vibrar con energía su dulce pasividad.

Sus caras, al juntarse, estaban húmedas y chorreantes por la niebla. Ella besó como en la primera noche, de abajo arriba, entornando los ojos, palpitantes las alillas de la nariz, frunciendo los labios, como una flor que cierra sus pétalos. Pero Fernando sólo encontró en esta caricia una sensación lejana, semejante a la de un perfume desvanecido, a la de una música borrosa.

Pasó una noche muy agitada y por la mañana se encerró en su estudio y, de memoria, hizo un boceto de Herminia sobre el terraplén. Trabajó durante cuatro horas con ardor y cuando el criado vino á anunciarle que el almuerzo estaba servido, el cuadro se destacaba de un modo encantador. La cabeza solamente permanecía borrosa.

Pero antes de que los dos apoyasen el borde de los oculares en sus cejas, el comandante colocó sobre el mapa un nuevo papel. Era una fotografía enorme y algo borrosa, sobre cuyos trazos aparecía un abanico de líneas encarnadas igual al otro. Nuestros aviadores continuó el artillero cortés han tomado esta mañana algunas vistas de las posiciones enemigas.

Al estremo septentrional de la Ajarquía, entre las puertas del Rincon y de Colodro, se eleva una gran torre de planta octógona, unida á la muralla por un arco de medio punto, bajo el cual se ve una lápida borrosa, en que se dice habia una inscripcion por donde constaba haberse hecho la obra desde el año 1406 al 1408, de órden del rey D. Enrique III. Acerca de esta torre circulan diversas tradiciones; pero la mas válida cuenta que se labró á costa de un caballero, que, habiendo asesinado á su esposa, obtuvo del monarca, necesitado á la sazon de hombres y dinero, la gracia de poder rescatar con ella la pena de muerte merecida por su crímen.

Y esta silueta, borrosa al principio, fué definiéndose rápidamente, permitiendo darme cuenta, primeramente, de la alta chimenea del ingenio, después, de la gallarda torre y esbelta cúpula de su iglesia, de las troneras de las azoteas y, en fin, de todos los principales detalles del edificio.