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El maestro Flores gozaba además de una consideración merecida; su barbería, como lo son generalmente las barberías de España, era el lugar de reunión de todos los chismosos, y particularmente de todos los marinos retirados que habitaban en Santa María; y si las noticias que se recogían en aquella fuente no estaban revestidas de un carácter bien auténtico, no se puede negar que por lo menos estaban fabricadas a conciencia; detalles, palabras históricas, retratos, circunstancias, nada faltaba.

En la serie de dramas, que mezclan la historia con caracteres y situaciones fingidas, ó cuyo centro es tal que no penetra en la historia general, cuéntanse La hermosura aborrecida, Las aventuras de D. Juan de Alarcos, D. Beltrán de Aragón, El primer Fajardo, D. Juan de Castro, Quien más no puede, La corona merecida, El vaquero de Moraña, etc.

Abrió los casi cerrados ojos el herido caballero, y, conociendo a Claudia, le dijo: -Bien veo, hermosa y engañada señora, que has sido la que me has muerto: pena no merecida ni debida a mis deseos, con los cuales, ni con mis obras, jamás quise ni supe ofenderte. -Luego, ¿no es verdad -dijo Claudia- que ibas esta mañana a desposarte con Leonora, la hija del rico Balvastro?

La diatriva es un poco fuerte, y aunque algo merecida, hace tiempo que le guardo rencor por la parte que me toca como soldado raso en la falange de poetas del Rio de la Plata, que ha divinizado hasta la desesperacion y el desencanto.

A ellos debe y muy justamente su merecida representación en nuestro gran mundo. Con los apellidos de Rosalía ocurre lo que con los hombres del Evangelio: «Los últimos serán los primeros». Pero ello no quita para que los manes y cenizas de los primitivos Arregui y Pérez sientan cierto íntimo orgullo por su entronque con Cámpora y del Moral.

Los cargos importantes, que desempeñó después Argensola, ya como secretario de la emperatriz María de Austria, ya como gentil-hombre de cámara del archiduque Alberto, y últimamente como secretario de Estado del virrey de Nápoles, no le dejaron tiempo ni gusto bastante para consagrarse á la literatura dramática, limitándose á ejercitar su talento poético en composiciones líricas, que le granjearon merecida fama.

La segunda vez fue a raíz de lo del veintitrés, con un pariente de los de Promisiones, que deseaba, como yo, ver cómo andaban las cosas del mundo, después de la taringa que habían llevado los botarates de la «Pitita». ¡Cuartajo, qué cumplida se la dieron... y qué merecida la tenían los arrastrados!

Y era tanto más fácil este grabado cuanto que don Paco no sólo estaba muy de recibo, sino que tenía hermosa presencia y la merecida reputación de ser el hombre más entendido y discreto de Villalegre. Además, doña Agustina y doña Inés lo sabía de buena tinta estaba harta de viudez y de tener el corazón vacío o como tabla rasa y lisa, y deseaba hallar algo digno de que en él se grabase.

Corona, pues, de tan justa y superior elección y tan a lo primorosamente labrada merece lucir en la luz de la Imprenta con los aplausos de corona de su autor, voces que sin estar impresas leerá en la obra cualquiera que con la merecida atención la leyere, como también encontrará los demás elogios que se merece mejor que yo les pueda apuntar: Operum proprium est ut externo comendatore non egeant.

A la vista ya de la costa occidental de Italia ocurrió la enorme desventura de que el barco veneciano fuese apresado por el corsario o más bien por el feroz y desalmado pirata cuya merecida y trágica muerte hemos ya narrado.