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Actualizado: 6 de junio de 2025
Ya en San Francisco, lo apedrearon los niños de las escuelas públicas; pero evitando cuidadosamente estos templos de la ilustración y del progreso, llegó por fin en relativa seguridad a los barrios chinos, donde los abusos contra él quedaban al menos inscriptos en los libros policíacos y arrostraban casi siempre la merecida sanción.
De ordinario, no soy melancólico: al contrario, se me tiene por hombre feliz y regocijado. Yo no trato de desmentir mi fama, por si es merecida, y, sobre todo, porque nada me cuesta; y así vamos viviendo... y así soy, ni menos ni más. Conque ¿me conoce usted ahora? Aunque no con tantas señas, bien conocido le tenía a usted, y estimado en lo que merece.
Menester era arrojarlo pronto, dar merecida satisfacción á su orgullo y recobrar la prístina grandeza y majestad á los ojos de todo el mundo y á los de sí mismo.
Dejándolos en su buena y merecida reputacion, prefiero el del Retiro en Madrid, ménos suntuoso sin duda, pero mas agradable, mas natural, mas espontáneo, sin carecer por eso de bellas obras de arte, que adornan las alegres calles de árboles y las cercanías del enorme estanque establecido en el centro.
Hijo de éste fué Rodrigo, que casó hacia el año de 1540 con Doña Leonor de Cortinas, dama noble de Barajas, presumiéndose con ciertos visos de verosimilitud que era parienta de Doña Isabel de Urbina, primera mujer de Lope de Vega; coincidencia, en verdad, no poco curiosa, porque indica que además del lazo común de su merecida fama, había entre estos dos poetas otros de parentesco.
El visitante encuentra al señor X... discreteando amenamente con varios autores: allí están, sentados y formando semicírculo, D. Pedro y don Luis, dramaturgos de altísima y merecida reputación; el señor N..., crítico literario muy estimable; el señor O..., sainetero excelente, Pontífice Máximo de la Risa, y otros escritores de menor historia y cuantía.
Que no cabe reparación, eso es; que usted no la admite ni la quiere... que estas puertas continúan cerradas para nosotros... cerradas, eso es... Malo, triste, ¡caray! muy triste, muy malo, sí, señor; pero se sabe el motivo, se reflexiona sobre él; resulta justo, justa y merecida la pena; y ya es distinto, eso es; ¡pero muy distinto, caray!.. Y esto es todo lo que verdaderamente tenía que decir a usted, sí, señor; nada más, eso es.
Madre, eso es una crítica merecida por la ligereza de mi primera elección; ahora veo más claramente lo que pasa en mí. Juan ha hecho algo más que cumplir su deber hacia mí; ¿no lo sabías?
Lágrimas mías: ¿por dónde estáis que no corréis a mares?, como cantó el poeta. Unos amores desdichados, sí. Pero no quiero mentarlos. ¿Cúya es la culpa? ¿De ella? Jamás, jamás, jamás. La culpa es mía. Me enamoré de una beldad tan alta como la blanca Beatriz. Merecida es mi pena, y yo la acepto con júbilo infinito.
»No obstante su bondad, era severo y casi implacable para los extravíos de las pasiones. La ruina de un amigo suyo que había abandonado a su familia le parecía merecida, y ni su muerte en la soledad y en la pobreza lo inclinaban a ser indulgente para con él... »Yo me daba cuenta de lo que pasaba, pero no hablé. Tenía miedo, tenía miedo hasta de pensar. »No soy sincera, no lo digo todo...»
Palabra del Dia
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