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Actualizado: 6 de mayo de 2025
En aquellas miradas imposibles de descifrar estaba retratada su situación. ¿Qué afecto agitaría su alma? ¿La soberbia de un perdón desdeñosamente otorgado? ¿La indiferencia del desprecio? ¿Tal vez la compasión que inspira la desgracia, aun merecida, o acaso el rencor involuntario y hondo que con ningún infortunio se apacigua?
Añadamos que la exposición de los anfibios henchidos de paja, para ser verdadera debe presentar esos monstruos tan idénticos al hombre, de lado y en las posturas en que la ilusión sea más completa. Concededles esa honra, que bien merecida la tienen.
El primero que caía era mi señor hermano, por ladronazo y sin entrañas; ¡qué bala más bien puesta y más merecida! luego mi sobrino Jacintito, por botarate y sinvergüenza, y ese portugués, que se me figura un lagartón de marca mayor. ¡Y tantos otros! a éste quiero, a éste no quiero ¡zás! ¡zás! ¡zás! ¡Qué limpia más necesaria y más útil!
En vez de tratar de amenazarme, soy yo quien tiene derecho de preguntarle por qué le encuentro a usted aquí... con ella. ¡Voy a decírselo! grité encolerizado, ardiéndome las manos de deseo de darle a ese imprudente bribón una buena y merecida lección. Estoy aquí para protegerla, porque temo por su vida. Y permaneceré aquí hasta que usted se vaya.
La corona merecida expone la heróica resistencia de una mujer, de notable grandeza de alma, á las tentativas de seducción del rey Alfonso de Castilla.
Al decir esto Cristián prorrumpió en una carcajada. Ya no era el frío y tranquilo Tragomer, del que se burlaban amablemente las muchachas por encontrarle demasiado reservado. La sangre asomaba á su tez y sus ojos brillaban. Se volvió hacia Marenval, que no acertaba á decir palabra, y continuó: Hace dos años que Jacobo está agonizando bajo el peso abrumador de una condena no merecida.
¡No te sobresaltes, que ya hice la merecida salvedad; pero no insistas en ese tema, porque las necesidades domésticas y sociales de una familia tan conspicua como la mía, y las de un hombre como yo, no pueden sujetarse al régimen admitido para el común de las gentes, ni al criterio de un sencillo y honrado administrador como tú!...
Ha de exhortarse á Tirso seriamente que continúe siempre escribiendo, y convencerlo de que, si bien un libelo ó pasquín puede adornar una esquina, no aumenta la merecida fama de un hombre tan ilustrado, tan ingenioso y de tanto talento.
El gobierno de Balcarce había sucumbido en 1833, al empuje de este desbordamiento de la campaña sobre la ciudad. El partido de Rosas trabajaba con ardor para abrir un largo y despejado camino al Héroe del Desierto, que se aproximaba a recibir la ovación merecida: el Gobierno; pero el partido federal de la ciudad burla todavía sus esfuerzos si quiere hacer frente.
Así se fué esta Armada deshaciendo: La costa la victoria bella canta, Las gracias siempre á Dios de ella haciendo; Que tal victoria admira, y aun espanta; Que bien parece ser de Dios venida, Por el Glorioso Pedro merecida.
Palabra del Dia
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