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Esto no podía chocarle a nadie: era de razón y de necesidad. En una de sus viradas, tropezó con el fiscal que le detuvo para decirle: Vamos, amiguito, «si buenos azotes me dan, bien caballero me iba». No hay que quejarse. ¿Lo dice usted le preguntó Leto enronquecido y algo convulso , por lo del libelo ese? Hombre respondió el fiscal recogiendo velas delante de aquel huracán a la sordina, y no.

El más implacable de todos fué el célebre D. Francisco de Quevedo y Villegas , que publicó un libelo contra el Dr. Juan Pérez de Montalbán, graduado no se sabe en dónde ni en qué facultad.

Si el ataque era violento, no fueron, por cierto, menos violentas y apasionadas las réplicas de los partidarios del atacado . Francisco López de Aguilar, presbítero y caballero de la orden de San Juan, y Alonso Sánchez, catedrático de griego, hebreo y caldeo de la universidad de Alcalá, contestaron al libelo contra Lope con otro titulado Expostulatio Spongiae, en el cual agobian á su ídolo con las más exageradas alabanzas.

me entiende usted, pero hablaré más claro. ¿No es usted otro libelo infamatorio con lengua y pies que viera yo cortados de los muchos que sacrifican la honra del Magistral? Pues si don Santos le maldice porque le roba los parroquianos de su tienda de quincalla, usted le aborrecerá por lo de la usura; ¿quién es tu enemigo? Poco a poco, señor Ripamilán, que se me sube el humo a las narices.

Uno de los más ciegos partidarios del último creyó, pues, que los sonetos satíricos citados eran de la misma pluma, y replicó con un libelo tan sandio como mal intencionado contra el autor de Don Quijote.

Ha de exhortarse á Tirso seriamente que continúe siempre escribiendo, y convencerlo de que, si bien un libelo ó pasquín puede adornar una esquina, no aumenta la merecida fama de un hombre tan ilustrado, tan ingenioso y de tanto talento.