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Lo que más llamó su atención fué ver que salieron á recibirles, luciendo sus flamantes vestidos, todas las damas que acompañaban en el escaparate á la gran señora. La cual contestó con una grave y ceremoniosa cortesía á los saludos de todas ellas. Parecía ser de superior condición, algo como princesa, reina ó emperatriz.

Mas su graciosa majestad no manejaba sin duda con gran arte el habla de Cervantes, y siendo su intento escribir según la construcción inglesa: Al marqués de Butrón, recuerdo, olvidóse de poner la u, y resultó: Al marqués de Butrón, receurdo, firmado y rubricado de puño y letra de su graciosa majestad la soberana de los tres reinos unidos, emperatriz también de las Indias.

Hacía diez años que había partido para San Petersburgo, donde era el maestro de música, o, mejor dicho, el confidente de la emperatriz Catalina; ésta le empleó en intrigas de la corte, lo cual, descubierto por el Czar, a quien no gustaba que se burlasen de él, envió a Gerardo a la Siberia.

Parece que una mujer tan bella no necesita ser Emperatriz; y que una Emperatriz tan hermosa, no saca su diadema más que de su hermosura; de donde resulta que no es completa la ilusion de la reina, ni la ilusion de la mujer. La Emperatriz seria más Emperatriz con menos belleza; y la mujer seria más mujer con menos atavíos imperiales.

Y extraño mucho que ustedes, que han estado conmigo defendiendo la propiedad individual, se vuelvan ahora contra y se pongan del lado de don Policarpo para impugnar dicha propiedad. Pues qué, si Juanita tiene dinero, ¿por qué no ha de gastarlo en cuanto se le antoje y vestirse como una reina? ¿Y qué le falta a ella para ser reina o para ser emperatriz?

En sus siestas de ebrio saciado y feliz, reaparecía Freya, que no era Freya, sino doña Constanza, la emperatriz de Bizancio. La veía vestida de labradora, tal como figuraba en el cuadro de la iglesia de Valencia, y al mismo tiempo completamente desnuda, igual que la otra cuando danzaba en el salón.

Donna Olimpia fue la que más agradó y sorprendió por su porte majestuoso, y más aún por la nítida blancura de su tez y por el áureo fulgor de sus cabellos rubios, prendas muy raras en aquella tierra. Así es que la consideraron y ponderaron como si fuese criatura sobrehumana y hasta la propia Parabanú, emperatriz de las hadas.

Esto ha hecho que la Emperatriz me haya parecido más hermosa, porque no hay belleza sin algo triste, porque tal vez en un algo triste consiste la grande y verdadera belleza.

Su estilo es el propio de Velázquez en aquella época; quizás algo duro por afán de trabajar mucho y dominar en poco tiempo los rasgos de un modelo del cual apenas podría disponer, pues se sabe que fue muy corta la permanencia en Nápoles de la futura reina y emperatriz. En todo caso, si este retrato que esta en Madrid no fuese de Velázquez, ¿a quién se pudiera atribuir?

Volviendo á la persona de la Emperatriz, he notado tambien que la mujer perjudica á la reina, y que la reina perjudica á la mujer. Se ven dos sujetos, y el uno quita encanto al otro.