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Después, bien embozado en la pañosa, se iba a San Ginés, a donde llegaba algunas veces antes de que el sacristán abriera la puerta. Echaba un párrafo con las beatas que le habían cogido la delantera, alguna de las cuales llevaba su chocolatera y cocinilla, y hacía su desayuno en el mismo pórtico de la iglesia.

¡Eh! ¡vive Dios! ¡don Francisco! dijo deteniéndose de repente el embozado que adelantaba ; ¿así queréis tratar á quien viene á salvaros? ¡Ah! ¡por mis pecados! ¿conque eres , Francisco de Juara? dijo todo admirado Quevedo . ¡Milagro patente que hagas una buena acción! Me conviene. Os tengo cogida una palabra. Cógeme primero á , y sácame de este atollo. A eso vengo, y por vos esperaba.

Hallábame ocupado en poner a D. Alonso una venda en el brazo, cuando sentí que apoyaban una mano en mi hombro; me volví y encaré con un joven alto, embozado en luengo capote azul, y al pronto, como suele suceder, no le reconocí; mas contemplándole con atención por espacio de algunos segundos, lancé una exclamación de asombro: era el joven D. Rafael Malespina, novio de mi amita.

Llegué con la ronda, pero tarde: seguí á ese embozado de orden de don Rodrigo, metióse aquí, pretendió pasar de las escaleras, sin conseguirlo, y hace una hora que él está allí sentado, y que yo le estoy dando centinela. Por el cuento dijo Quevedo, sacando una moneda del bolsillo ; porque pierdas la memoria y sacó del bolsillo otra moneda. ¿La memoria de qué? dijo Juara.

Pues si de conciencia entendéis, dijo Cervantes, llevadme adonde a solas podáis decirme lo que con vos habló, buena madre, ese caballero embozado con quien os encerrasteis no ha mucho. ¡Ah, señor soldado! dijo la tía Zarandaja, más conforme que antes, que ese caballero es un menesteroso que me busca para que yo le remedie; como si yo fuese una santa que pudiese hacer milagros.

Y las portezuelas se cierran con estrépito, a intervalos... Es el expreso de Andalucía. Subo a un vagón. Un viejo de larga barba blanca arregla en las redecillas una maleta; un señor embozado en amplia capa parda mira con fúlgidos ojuelos sobre el embozo; en un ángulo frente al viejo, una joven, trajeada con hábito franciscano, permanece inmóvil... El tren parte.

En cuanto a los pies, no se ven, pero se sospechan; en cuanto al cabello, la Magdalena se lo envidiaría. Estoy impaciente por ver y oír ese portento exclamó con exaltación el vizconde, el cual siempre estaba, como lo indicaba su nombre, montado medio tono más alto que todos los demás vizcondes . Preparemos los anteojos y entremos. Entre tanto el joven embozado había desaparecido.

Se encontró con la vieja de la noche anterior, y al verla la dijo: ¿Pero no hay nadie en esta casa? ¿Qué quería usted? No le había visto. ¿Vive aquí el comandante don Carlos Ohando? No, señor, aquí no vive. ¡Muchas gracias! Martín salió a la calle, y embozado y con aire conquistador se dirigió a la posada en donde vivía Bautista.

Otro joven, embozado hasta los ojos en su capa, estaba cerca de aquel grupo y se mantenía inmóvil y callado; pero cuando se trató de las dotes físicas, dio colérico con el pie un golpe en el suelo. No lo dudo, sir John respondió el vizconde. ¡Qué ojos tan árabes! añadió el joven don Celestino Armonía . ¡Qué cintura tan esbelta!

En cuanto á sombras, á Me toca dar la respuesta, Pues soy el que di las sombras Al día, ocultando en ellas Embozado al sol; que fué Decir que entre nubes densas Anda hoy en lejanas luces.