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Dixe entre : si yo viniese á verme En la dificil cumbre deste monte, Y una guirnalda de laurel ponerme; No envidiaria el bien decir de Aponte, Ni del muerto Galarza la agudeza, En manos blando, en lengua Radamonte. Mas como de un error siempre se empieza, Creyendo á mi deseo, di al camino Los pies, porque di al viento la cabeza.

El copeo era en regla, y al son de una guitarra con romadizo, una de las mozuelas bailaba con su respectivo galán una desenfrenada sajuriana o cueca, como hoy decimos, haciendo contorsiones de cintura, que envidiaría una culebra, para levantar del suelo, con la boca y sin auxilio de las manos, un cacharro de aguardiente.

En cuanto a los pies, no se ven, pero se sospechan; en cuanto al cabello, la Magdalena se lo envidiaría. Estoy impaciente por ver y oír ese portento exclamó con exaltación el vizconde, el cual siempre estaba, como lo indicaba su nombre, montado medio tono más alto que todos los demás vizcondes . Preparemos los anteojos y entremos. Entre tanto el joven embozado había desaparecido.

Si no le contengo con una reflexión imperiosa y una sacudida recia de su lástico, hace otra barbaridad allí menos laudable que la del monte. Pensando que se la envidiaría Chisco, acordéme del descubrimiento hecho por en casa del Topero y en el corazón de Tanasia, y fuile con el cuento al mozón de Robacío, en un aparte que tuve con él.

El ros tuvo en sus orígenes plata y oro, insignias de comandante. Pecado le hizo ganar de un salto la mayor jerarquía militar con una prontitud que envidiaría la misma Gaceta..., ¡hala! Dejemos a Majito con el ros encasquetado, el sable en la derecha mano, en actitud tan belicosa, que si le viera el sultán de Marruecos convocara a toda su gente a la guerra santa.

Bebe esa copa á la salud de tu niña. Velázquez tomó la copa y dijo gravemente: Y á la de la tuya, máscara. ¡Oh! La mía no vale un comino al lado de Soledad ¡Vaya una mujer castiza!... En tu caso no envidiaría ni al arcángel San Rafael. ¿Por qué les daba á todos ahora por elogiar á Soledad? Si era hermosa, otras había como ella: no era para tanto.

Sacábanse copias de las cartas que hablaban de la Junta de Sevilla y de la sublevación de las tropas de San Roque, y aquellas copias circulaban con una rapidez que envidiaría la moderna Prensa periódica.

En vez del admirable cincel que envidiaría el más hábil picapedrero, sólo posee una escofinita, y para abrir una morada á su frágil concha gasta esta misma concha. Con muy raras excepciones, el molusco es el ser tímido que sabe sirve de pasto á todo el mundo.