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Desde el fondo de la cueva salió otro tiro entonces: el de la espingarda de Pito. Hirió también al oso, pero sólo le detuvo un momento: lo bastante para que el mozón de Robacío le hundiera la hoja de su cuchillo por debajo del brazo izquierdo, hasta la empuñadura.

Declaré que lo era, y continuó ella, sin soltar mi mano de entre las suyas: Sabía yo por Neluco que andaba usté por ayá; y por eso, y por el aire, y por algo que ha dicho... y por estas corazonás que a lo mejor tiene uno... ¡Hija, lo que me alegro!... ¡Vaya, vaya!... Y ¿cómo está el pobre don Celso?... Mal, creo yo, lo que nos ha dicho Neluco... Porque Neluco es tan cariñoso y tan... vamos, tan apegao a los suyos, que hora que tenga sobrante en su obligación, cátale en Robacío... Pero ¿qué hacemos aquí plantificados en el portal?

Por aquella cornisa, que corría hasta perderse en el carrascal del otro lado de la cueva, vi pasar a Chisco y a su perro, a Pito Salces detrás de su perruca faldera, y cómo iban desapareciendo, uno a uno, en el antro tenebroso los hombres y los animales, después de muy leves precauciones del mozón de Robacío.

Chisco era buen compañero para andar por donde yo andaba con él; también Pito Salces, pero no tan «amañau» como el otro «pa el autu de rozasi con señores finus». Si Chisco fuera de Tablanca como era de Robacío, no habría nada que pedirle.

Al otro día, muy temprano, se largaron a Robacío la hermana y el cuñado de Neluco; y pocas horas después, ¡ay! me abandonó también toda la familia del gigantón de la Castañalera. ¡Y aquélla fue la más negra para !

Ocho días en casa de unos parientes de acá por celebrarse durante ellos la romería del pueblo; una quincena con los de Robacío por una causa parecida, y muy poco más por este arte.

Todo esto allí, al alcance de la mano; y fuera de allí, la familia de Neluco en Robacío; en Promisiones, el hidalguete mi consanguíneo, y más allá, dominándolo todo y alzándose sobre todo como un faro de poderosa luz, la figura escultural del caballero de la torre de Provedaño.

Entendíla, dolióme, hice de tripas corazón, y dije al de Robacío: Por donde vaya otro hombre, iré yo: tenlo entendido así. Pos con eyu basta replicóme , y pechu al agua cuantu antis. Se hizo una breve inspección de armas y municiones.

Entre tanto, su madre, su abuelo, Neluco, don Sabas, Chisco, toda mi servidumbre, la hermana y el cuñado de Neluco, a quienes había saludado a mi paso por Robacío; el vecindario entero de Tablanca, todos parecían regocijarse hasta el entusiasmo con mi vuelta y con mis planes y propósitos.

Porque la ínclita matrona de Robacío estaba en Tablanca desde la víspera.