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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Yo no extraño que se rían de este animal dijo el embozado ; lo que extraño es que se atrevan á insultarme, á , que ni soy manco ni viejo. En cuanto á lo de viejo, no puedo hablar porque no se os ve el rostro dijo el al parecer caballero ; en cuanto á si sois ó no manco, paréceme que si tenéis buenas las manos, tenéis manca la cortesía. ¡Eh! ¿qué decís?

Entre éstos distinguió Martín los dos jacos en cuyos lomos fueron desde Zumaya hasta Estella. El coche, un landó viejo y destartalado, tenía un cristal y uno de los faroles atado con una cuerda. Bajó las escaleras Martín embozado en la capa, abrió la portezuela del coche, y dijo a Bautista: Al convento de Recoletas. Bautista, sin replicar, se dirigió hacia el sitio indicado.

¿Y si ella se niega a servirnos? Querido Tarlein, si se niega a hacerlo por usted, lo hará por . Llegamos a la posada, bien embozado yo; vi a la madre de la muchacha y poco después a ésta, se dio orden de servirnos la comida, me instalé en una pieza reservada para nosotros, y no tardó en reunírseme Tarlein. La chica será quien nos sirva dijo.

El uso continuo de esta prenda, aun más allá del 40 de Mayo, se explica por su aborrecimiento de estufas y braseros que, según él, son la causa de tanta mortandad. Como no estaba embozado, pudo Benina observar que traía cuellos y puños limpios, y gruesa cadena de reloj, galas que sin duda respondían a la etiqueta del aniversario.

No es esto decir que en mi tierra no se abuse de la capa. Me acuerdo de un médico que nos visitaba en el lugar, siendo yo niño, el cual no la abandonaba jamás; iba embozado en ella y no se desembozaba ni aun para tomar el pulso, tomándole por cima del embozo. Claro está que quien no se quita jamás la capa, menos se quita el sombrero, sino en muy solemnes ocasiones.

La tengo por principal. Dios os libre de un portento embozado, de un lucero entre nubes, de una mano entre rendijas, de un envido de buscona, y sobre todo, de un quiero. Desconfiad de carta de dueña como de pastel de hostería, y sobre todo, recibidme por maestro. ¿Dónde vivís? No lo aún; ¿y vos? Yo... vivo aquí. ¿Acabáis de llegar? Ya os lo dije; torno á esta tierra, de un destierro.

Trepabá por todas partes con la agilidad de un muchacho quince años, sin fatigarse nunca, embozado en su capa é impasible. El clero y los militares era su pesadilla permanente; la república su idea fija.

«...Que los porteros no dejaron entrar al embozado, que se sentó en el poyo del zaguán. Que el declarante se puso á esperarle; que á poco entró en el zaguán don Francisco de Quevedo y Villegas...» ¡Ah! dijo el duque. ¡Pecador de ! murmuró Quevedo.

Pero aun en aquellos días de vejez y decadencia, cuando salía a tomar el sol, embozado en su raída capita, iba a los lugares más concurridos de muchachas guapas.

Isidora vivía en el 23 de la calle de Hernán Cortés. Miquis se paseaba desde la lechería a la esquina de la calle de Hortaleza, y estaba embozado en su capa de vueltas rojas, porque si bien el día era claro y hermoso, se sentía fresco. Saludáronse y emprendieron su marcha hacia el Retiro.

Palabra del Dia

rigoleto

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