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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Ramón Pérez había traído de sus viajes otra cosa, que no reveló a nadie, y cuya adquisición hizo del modo siguiente: Una noche, que rondaba la calle en que vivía Marisalada, suspirando como una ballena, llamó la atención de un joven que guardaba una esquina embozado en su capa hasta los ojos, y que, acercándose a él, le dijo esta sola palabra: ¡Largo!
«...Preguntado Francisco de Juara, lacayo del señor conde de La Oliva dónde había estado esta noche desde su principio y con qué personas había hablado, dijo: que al principio de la noche, su señor le mandó seguir á un embozado; que habiéndole seguido, el embozado se entró en el zaguán de las casas que en esta corte tiene el excelentísimo señor duque de...» Adelante.
Muy señores mios: persuadido de que la direccion jeneral de correos despreciará como se merece el comunicado que en su apreciable periódico del martes 26 del actual he leido, y da á luz su autor bajo el nombre embozado, ó sea A.... de un suscriptor, sin que se atreva á estampar el suyo propio, temeroso sin duda de que se descubra el interes particular que le mueve, y no el jeneral que afecta tener por el bien del estado; como empleado que soy del ramo, y á condicion de estampar mi nombre y apellido si aquel se descubre, voy á ocuparme á contestar al incógnito, no para su satisfaccion, y sí para la del público, á fin de que no forme un juicio equivocado sobre la nueva organizacion que se ha dado á la administracion principal de correos de Filipinas.
Fue, con la prisa que pudo, a buscar la capa, y bien embozado volvió a su puesto de centinela en el cenador, desde el cual veía el perfil de la tapia, destacándose borrosa en el cielo negro; y vería también el balcón del tocador si se abría para dar paso a don Álvaro.
A fin de tener esta satisfacción honrosa, y tal vez para ganar algunos reales, porque se jugaba a diez por cada cien tantos, y él ganaba casi siempre, se violentaba el médico hasta el extremo de afeitarse un día sí y otro no, y dejar en la antesala la capa y el sombrero, sin entrar con la capa sobre los hombros, cuando no embozado y con el sombrero encasquetado hasta las cejas, según solía entrar en las demás casas donde iba de visita. ¡Tan profundo era el respeto que doña Inés le inspiraba!
Pero de repente, al volver una esquina, hétenos á la tapada asida de un embozado. ¿Lluvia y tinieblas? ¿tapada y embozado?... buscona adobada y pollo que miente gallo. Más alto debe picar, porque don Rodrigo me dijo: Juara, lance tenemos; estocadas barrunto. Espada de gavilanes traigo y daga de ganchos. No se trata de que me ayudes... ¡para un hombre otro hombre! ¡Aventura con milagro!
Pero, más allá de diez varas en radio, nada hacía sospechar su presencia. Sin embargo, a nuestro embozado debió parecerle una lámpara Edison de diez mil bujías, a juzgar por el cuidado con que se subió aún más el embozo y la prisa con que abandonó la acera para caminar ceñido a la tapia del patio en que las sombras se espesaban.
Los dos lacayos ó porteros se paseaban á la ancho del zaguán, apareados, hablando de una manera tendida, y riendo con una insolencia lacayuna; el joven embozado del poyo, miraba de una manera hosca á los porteros, y el matón de la puerta fijaba de tiempo en tiempo una mirada vigilante en el de la capilla parda, locutario del poyo.
Y volviéndose a sus tertulios, les dijo: Con permiso, caballeros, no tardaré en volver, y que don Narciso juegue por mí. ¡Es vida muy aporreada la que llevo, y no se la doy a mi mayor enemigo! Y don José Antonio se dirigió al estudio, que estaba situado en el patio de la casa. Esperábalo allí un embozado que, al presentarse Areche, se descubrió y dijo cortésmente: Buenas y santas noches.
Palabra del Dia
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