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Actualizado: 25 de junio de 2025
Un comisario pescó, en circunstancia muy especial, a cierto escruchante conocido: violentaba una caja en una mueblería, donde se había introducido. El ladrón hacía su trabajo y de repente vio entrar a un changador de la casa, que le dijo: ¿Qué hace usted? Silencio..., tengo una cita con la señora. ¿Cita?... ¡Ahora verá!
A fin de tener esta satisfacción honrosa, y tal vez para ganar algunos reales, porque se jugaba a diez por cada cien tantos, y él ganaba casi siempre, se violentaba el médico hasta el extremo de afeitarse un día sí y otro no, y dejar en la antesala la capa y el sombrero, sin entrar con la capa sobre los hombros, cuando no embozado y con el sombrero encasquetado hasta las cejas, según solía entrar en las demás casas donde iba de visita. ¡Tan profundo era el respeto que doña Inés le inspiraba!
Al cabo de este tiempo la soltaba, y vuelta a comenzar con otra. Toda la villa conocía estas flaquezas de su temperamento. Contábanse de él en las tertulias de hombres muchísimas anécdotas, graciosas unas y sucias otras, que hacían reír a los pacíficos habitantes en las largas, lluviosas noches de invierno. No se violentaba para ocultar los excesos de su viciosa naturaleza.
Movido de un galante respeto hacia Isidora, Bou violentaba su palabra para que no fuese áspera, y así, hablando del pueblo y de la liquidación social, usaba términos blandos y oraciones trabajosamente delicadas que salían de su boca, como los gorjeos de un buey que se propusiera ser émulo de los ruiseñores. En esto se conocía la pasta de su corazón.
Palabra del Dia
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