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Recuerdos de Silam Ordoñez y Oñate El yo cuidado. En marcha Sungay Talisay La Capitana Ramona. Tiempo viejo Los labios de un chico y la boca de una chocolatera. Perlas y brillantes Laguna encantada. El cráter. Volcán de Taal Grandiosidad del volcán Erupciones notables Sueño del coloso.

Mauricia aprovechaba el silencio de la sala de labores para lanzar en medio de ella un gato con una chocolatera amarrada a la cola, o hacer cualquier otro disparate más propio de chiquillos que de mujeres formales.

Dirigímonos, pues, a ver las casas nuevas; esas que surgen de la noche a la mañana por todas las calles de Madrid; esas que tienen más balcones que ladrillos y más pisos que balcones; esas por medio de las cuales se agrupa la población de esta coronada villa, se apiña, se sobrepone y se aleja de Madrid, no por las puertas, sino por arriba, como se marcha el chocolate de una chocolatera olvidada sobre las brasas.

Sus palabras son órdenes que jamás comenta, de aquí el sucedido de dar á un sastre un pantalón de modelo con un remiendo y hacer siete que se le habían encargado con siete remiendos iguales. A la capitana Ramona se la pidió chocolate con leche y en el fanatismo de la obediencia creyó de muy buena fe que lo más corto era sustituir los labios del chico por la boca de la chocolatera.

Después, bien embozado en la pañosa, se iba a San Ginés, a donde llegaba algunas veces antes de que el sacristán abriera la puerta. Echaba un párrafo con las beatas que le habían cogido la delantera, alguna de las cuales llevaba su chocolatera y cocinilla, y hacía su desayuno en el mismo pórtico de la iglesia.

En una mesa maqueada, de trabajo muy lindo, había, entre varios juguetes de porcelana y un álbum de retratos, una gran chocolatera de cobre, vieja y requemada, con su molinillo de palo muy tieso, chorreando espeso líquido. La condesa mostró a Margarita con la punta de la sombrilla el extraño bibelot, diciendo muy bajo: Caprichos de artista...

Al arrancar la berlina, soltó al fin Margarita la risa, exclamando entre inocentes carcajadas: ¿Pero qué haría en el salón aquella chocolatera?... ¿Pues no te lo he dicho? replicó la Albornoz haciendo coro a las risas de la niña . De seguro que la manda a la kermesse como un bibelot nunca visto; verás cómo no me equivoco.

Cualquier cosa, lo que usted pueda... Algún bibelot para la kermesse. ¡Oh!, , ... Enviaré algún objeto de arte... Margarita se mordió los labios para no soltar la risa: pensaba si sería la chocolatera el objeto de arte prometido. Currita díjole entonces con graciosa sonrisa: Y si ese objeto de arte es obra de su genio de usted, será mucho más agradecido.