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Convocó a sus micos, reunió a sus íntimos y trazóse un plan encantador de fiestas, bailes y regocijos a beneficio todos de los heridos, entre los que había de llevarse la palma una famosa kermesse ideada por Currita, a imitación de la organizada en París por El Fígaro, en el teatro de la ópera, a beneficio de los inundados en Szegedin.

Si manda usted a la kermesse una pochade parecida, no habrá regalo que la iguale... La dama anónima sonreía, sonreía siempre, con los ojos bajos, como abrumada por el peso de aquellas lisonjas que hacían vibrar las aletas de su fina nariz con estremecimientos de rabia. Currita quiso darle el golpe de gracia, y con aire de bondadosa protección dijole entonces: ¿Y tiene usted muchas discípulas?...

Y aquí se detuvieron los dos, convencidos por completo de haberse engañado recíprocamente, creyendo ella, hecha una furia, que Jacobo, de acuerdo con Butrón, había marchado a negocios del partido sin decirle una palabra; juzgando él, hecho un basilisco, que Currita y Jacobo se emancipaban de su tutela, constituyéndose en cantón independiente y obrando por cuenta propia en los negocios políticos... Un suceso repentino impidióles seguir explorando con la misma habilidad los respectivos campos: entró un criado trayendo un gran estuche de terciopelo granate muy oscuro, magnífico regalo para la kermesse, que acababan de traer a aquella hora intempestiva con la idea deliberada, sin duda, de que pudiera ser admirado al mismo tiempo por toda la brillante concurrencia.

Así era, en efecto: tan penetrada estaba esta de su superioridad que ni por un momento dudó de ser elegida, y pareciéndole que tras del baile había de venir la presidencia, de manera tan lógica y fatal como tras de la noche viene el día, había ya comunicado varias órdenes al tío Frasquito, gran maestre de los micos de su guardia, y confiado a María Valdivieso aquella misma tarde, en el camino, varios de los mil regocijos caritativos que a beneficio de los heridos del Norte proyectaba, y sobre todo, una kermesse famosísima que había de producir millones y millones.

Las señoras quisieron volver atrás, y Currita, sin oponerse mucho al cumplido, consintió bien pronto en ello... ¡Oh!, traía ella las de Caín; como que venía nada menos que a embargarle por la tarde a una de sus ahijaditas; estaban atareadísimas ella y otras señoras, pidiendo por todas partes hilas para los pobrecitos heridos y objetos de todo género para la rifa, la kermesse, que prometía estar divertidísima.

Con mensurado tono y severidad paterna contestó entonces el sabio Mentor al joven Telémaco, enterándole del regalo hecho por mademoiselle de Sirop a la kermesse, del justo enojo de Currita al recibir aquel ultraje, que revelaba la traición del amigo íntimo a quien tantos beneficios había prodigado, y de la ferocidad con que las lenguas murmuradoras se habían echado sobre la aventura, comentándola y riéndola a mandíbula batiente.

Cualquier cosa, lo que usted pueda... Algún bibelot para la kermesse. ¡Oh!, , ... Enviaré algún objeto de arte... Margarita se mordió los labios para no soltar la risa: pensaba si sería la chocolatera el objeto de arte prometido. Currita díjole entonces con graciosa sonrisa: Y si ese objeto de arte es obra de su genio de usted, será mucho más agradecido.

Al arrancar la berlina, soltó al fin Margarita la risa, exclamando entre inocentes carcajadas: ¿Pero qué haría en el salón aquella chocolatera?... ¿Pues no te lo he dicho? replicó la Albornoz haciendo coro a las risas de la niña . De seguro que la manda a la kermesse como un bibelot nunca visto; verás cómo no me equivoco.

Margarita rompió a reír, conteniéndose a duras penas, y la condesa, no obstante su preocupación, viose forzada también a soltar la risa, añadiendo a media voz: Con tal que no nos mande a la kermesse este utensilio...

Tres días después pudo Margarita convencerse de que su ilustre amiga y madrina se equivocaba por completo... Pedro López había dicho, y millares de lectores lo vieron en La Flor de Lis, que el ángel de la caridad había sentado sus reales en el palacio de la celestial condesa de Albornoz... Fuese o no esto cierto, éralo, sin embargo, que de los cuatro ángulos de la Villa y Corte afluían al palacio preciosos regalos para la kermesse, patrocinada por la dama, que iban quedando expuestos al público con grande primor colocados en los varios salones; por las noches, en uno de ellos espléndidamente iluminado y en torno de una larga mesa cubierta por rico tapiz de tintas oscuras, agrupábase un risueño enjambre de jóvenes doncellas y apuestos donceles así los llamaba Pedro López que, barajados y confundidos, formando parejas, y más pegaditos entre ellas y ellos de lo que la temperatura ordinaria pedía de suyo, dedicábanse a la caritativa tarea de hacer hilas para los infelices heridos del Norte.