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10 Y tornaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en endechas; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y peladura sobre toda cabeza; y la tornaré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo. 11 He aquí vienen días, dijo el Señor DIOS, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír [la] palabra del SE

13 Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem; ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí. 14 Y él le dijo: Ve la paz de tus hermanos y la paz de las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem. 16 Y él respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde pastan.

No, porque se han muerto; mas queda una ancha piedra sobre la qual se contó el dinero; y si gusta vuestra grandeza mandar que vayan á buscar la piedra, espero que ella dará testimonio de la verdad. Aquí nos quedarémos el hebreo y yo, hasta que llegue la piedra, que enviaré á buscar á costa de mi amo Setoc. Me place, dixo el juez; y paso á despachar otros asuntos.

¿Por qué no dice «al Reypreguntó Flavia inclinándose hacia hasta que sus cabellos rozaron mi mejilla. ¿Será broma? Si tienes en algo tu vida, y aun más que tu vida, amor mío, haz al pie de la letra lo que esa carta te dice. Hoy mismo enviaré fuerza suficiente para proteger este palacio, del cual no saldrás sino custodiada por numerosa guardia.

El corazón se les quería salir por la garganta. Bueno dijo al fin Mario poniéndose el sombrero. Quedamos en que tendrás el baúl preparado. Ya enviaré por él, y me mandarás al mismo tiempo la sombrerera. Por los útiles de modelar ya mandaré más adelante. Estas palabras provocaron en Carlota una explosión del sentimiento comprimido. Quedaron abrazados estrechamente y llorando en silencio largo rato.

Que me oigan los cielos y la tierra; Dios y Satanás. Enviaré un comunicado a los periódicos. Todo, todo, todo; la vida, la fortuna escasa que tengo de mis padres, el bienestar, la honra, todo lo hubiera dado por un segundo, nada más que un segundo, de amor. ¿Para qué quiero la vida? ¿Para qué la fortuna? ¿Qué bienestar es el mío? ¿De qué me sirvieron la honra y la doncellez?

¿Dónde estará ese hombre? exclamó. Si lo deseáis dijo Luisa le enviaré á buscar. ¡Para largas esperas estoy yo!... dijo la Dorotea . Me ahogo aquí en este chiribitil... y me voy... decid cuando venga á vuestro marido que le espera en su casa la querida del duque de Lerma. ¡Ah! , del duque de Lerma, á quien sirve de correo vuestro buen marido, como le sirve de otras muchas cosas. Conque adiós.

Y, en lo que toca a las bellotas, señor mío, yo le enviaré a su señoría un celemín, que por gordas las pueden venir a ver a la mira y a la maravilla.

Quevedo, que había aprovechado aquella ocasión y había sido cruel con Montiño solamente por apartar un peligro de la reina, contestó: ¿Qué debéis hacer? separaros de Luisa. Decís bien. No os faltarán mujeres. Decís bien. Pero de repente, en una reacción del sentimiento, exclamó: ¡Y lo que nazca! Podéis contar que no es vuestro. La separaré de . Haréis bien. La enviaré á Navalcarnero.

Le escribiré; le enviaré periódicos que hablen de y usted verá como tiene una amiga que no le olvida y le saluda desde Londres, San Petersburgo, o Nueva York, cualquiera de los rincones de este mundo que muchos creen grande y en el cual no puedo revolverme sin tropezar con el fastidio. ¡Que tarde ese momento! dijo Rafael. ¡Que no llegue nunca! ¡Loco! exclamó Leonora. Usted no sabe cómo soy.