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Apenas pagó Roussel su telegrama y le vió pasar á manos del telegrafista, sintió una contrariedad. "He hecho una tontería, se dijo. No hubiera debido advertir á Mauricio.

El telegrafista encargado ahora del aparato respondió con movimientos negativos á las miradas de su compañero. Sólo escuchaba los diálogos entre los buques que habían recibido igualmente el aviso. Todos se alarmaban con el repentino silencio, y torciendo su rumbo iban, como el vapor francés, hacia el lugar donde el Californian había encontrado al sumergible.

Reyna? ¿No hubiera bastado al Gobierno filipino haber dado la orden de atacar, para que nuestros ocho mil hombres hubieran entrado en lucha inmediata con las fuerzas de los Estados Unidos? ¿Se había de conspirar cuando se tenía el poder en las manos? ¿Y sobre todo, un telegrafista se había de meter en cosas de guerra, cuando existía un ejército que tenía aquel deber?

Los hilos bajan a la casilla del telegrafista, y si se acerca usted oirá un chirrido semejante al de los huevos en aceite: algo así como si el empleado friese los despachos antes de servirlos al público... Y todas esas cajas enormes de cristales deslustrados, esas cúpulas alambradas, son claraboyas que dan luz a salones y escaleras.

Una maniobra del Goethe lo dejó a un lado, y entonces apareció visible de proa a popa, con su casco férreo pintado de verde, agudo y veloz, y el velamen de sus cinco mástiles, amplio, enorme: un bosque de hojas de lona con nervios de acero, que recogía la menor brisa, vibrando y encabritándose bajo su soplo. Algunos pasajeros que bajaban del puente transmitían las noticias del telegrafista.

Les era necesario mucho tiempo para aproximarse unos á otros, pero el maravilloso aparato los mantenía en incesante comunicación, como un grupo de camaradas que conversan plácidamente haciendo el mismo camino. De vez en cuando, el telegrafista, avisado por el chisporroteo de sus bobinas, se calaba la diadema con orejeras para escuchar á los remotos camaradas.

El joven de la noche anterior estaba junto á la puerta, al lado de su compañero, que ceñía ahora la diadema auricular y golpeaba la manecilla del aparato, oyendo y contestando á los buques invisibles. Media hora antes, cuando el telegrafista inglés iba á abandonar su guardia, entregando el servicio al camarada recién despierto, una señal le había retenido en su asiento.

Por aquel y otros tales estaba él en la guerra, lejos de su novia. Se acordó del pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en tierra, se echó el remingthon a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas. Convencerse de quién era, sentir la tentación y disparar, todo fue uno.

Comandante Ramiro Cuesta. Coronel Julián Betancourt. General Jacinto Hernández. Director General de Comunicaciones. Telegrafista Antonio Santamarina. Telegrafista José Betancourt. Telegrafista Miguel Linares. Telegrafista Ramón Linares. Telegrafista Eliseo Garrido. Veteranos General Emilio Núñez. Coronel Manuel Aranda. General Manuel Alfonso. Capitán Ed. Estrada. Guardia Local de la Habana

El telegrafista, que trató de sacar varios muebles de su propiedad fué maltratado por los facciosos, que le propinaron planazos con sus paraguayos. Mientras ardía la estación del ferrocarril, los asaltantes se encaminaron á varios establecimientos, saqueándolos; y después les pegaban fuego por los cuatro costados.