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Entraron otra vez en la sala y, tentando el suelo, tropezaron con el tarro de la ginebra, que no estaba agotado por completo. Dieron con las copas y se escanciaron todo lo que había. Acto continuo salieron a la calle. El pavimento de gruesos guijarros estaba mojado. Caía una lluvia menudísima, tan espesa que en poco tiempo calaba la ropa como el más fuerte aguacero.

Todo el libro se reducía a una serie de narraciones de aventuras marítimas y terrestres. Mi tía Úrsula se calaba las antiparras y leía con gran detenimiento alguno de estos relatos, y los comentaba. La mayoría eran breves, y estaban redactados en una forma tan amanerada, que yo no me enteraba de su sentido.

Ninguna disposición ordenó Andrea Doria: arribó también con la Real en dirección del fondeadero de que había salido, con precipitación y aturdimiento, que aumentaba la poca claridad del alba. Calaba mucho la galera, que era hermoso buque; se tomaron mal las enfilaciones del canal, y quedó varada en un cantil.

Don Eugenio pertenecía a la Milicia Nacional, y aunque tomaba sus bélicas ocupaciones con tibio entusiasmo, no por esto dejaba de preocuparse del honor de la «tercera de Ligeros». Cuando era preciso se calaba el chacó, martirizaba el pecho con el asfixiante correaje, y servía a la nación y a la libertad, yendo a pasar la noche en el Principal, donde comía melones en verano, se calentaba al brasero en invierno, en la santa y pacífica compañía de algunos otros comerciantes del Mercado, que, olvidándose de la marcialidad de su uniforme, pasaban las horas de la guardia hablando de las fábricas de Alcoy o del precio del azúcar y de la seda; todo esto sin perjuicio de faltar a la ordenanza, abandonando el puesto con frecuencia para dar un vistazo a sus casas.

Encima de mi cabeza la vela se agitaba furiosa, como loca; las garruchas chirriaban, el mar se cortaba debajo de la punta aguda de lespolón, y cuchicheaba y parecía entretenerse en contar algo. A veces, la ola entraba sobre cubierta y me calaba por completo.

Para librar su cabeza de las corrientes frías de la iglesia, llevaba en el bolsillo un gorro negro, y se lo calaba al entrar. Era gran madrugador, y por la mañanita con la fresca se iba a Santa Cruz, luego a Santo Tomás y por fin a San Ginés.

Tenía treinta y cuatro años y parecía estar más allá de los cuarenta Al hablar se calaba los lentes con un movimiento de altivez cuidadosamente imitado del difunto jefe del partido, y nunca manifestaba su opinión sin decir antes: «Yo entiendo»... o «sobre ese asunto tengo mis ideas particulares y propias»... ¡Lo que había aprendido en aquellos ocho años de abono parlamentario!...

Kataliñ le ayudó á ponerse el recio gabán, y abrió la puerta de la calle mientras el doctor se calaba la boina y requería su cachaba, grueso cayado con contera de lanza, que le acompañaba siempre en sus visitas á las minas. Oye, Kataliñ dijo al trasponer la puerta. ¿Sabes quién es el muerto? El Maestrico disen.

Calaba 22 pulgadas, y en ninguna parte tenian las aguas menos de 25 pulgadas, elevándolas las corrientes, donde menos, hasta 4 varas. Las lluvias empiezan en Octubre, y duran hasta fin de Marzo. Los rios crecen desde Noviembre hasta Marzo, y decrecen desde Abril hasta Octubre.

Las olas saltaban sobre las peñas con tal fuerza que, al caer la espuma en copos blancos como nieve líquida, nos calaba la ropa. A medida que avanzábamos en el canal, el mar iba quedando más tranquilo; el agua verdosa, casi inmóvil, se cubría de meandros de plata. Cuando nos vimos en seguridad nos miramos satisfechos.