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Mi marido, que es algo burlón, un ironista, un poco dado al titeo filosófico, que es la sal de la reflexión, dice que da lo mismo que tenga razón Chamfort o el otro, o ninguno de los dos. Y añade el muy tuno que la cuestión «fundamental» es que yo esté linda, sea cual fuere la filosofía de la moda...

Sólo he de afirmar ahora que el Peor no merecía tal joya, ¡que había de merecerla! y que si fuese hombre capaz de alabar á Dios por los bienes con que le agraciaba, motivos tenía el muy tuno para estarse, como Moisés, tantísimas horas con los brazos levantados al cielo. No los levantaba, porque sabía que del cielo no había de caerle ninguna breva de las que á él le gustaban.

Todo sea por Dios. ¿No sabe usted, tía, que hace tres meses...? la Correspondencia lo trajo... una mujer llevó a su marido al Retiro, y cuando iban por un paseo solitario salió el cómplice... , el cómplice, que estaba escondido tras unas matas, y entre ella y aquel tuno cogieron al pobre marido, le ataron de pies y manos y le arrojaron al estanque...

Otra vez sentía retumbar en su oído las tremendas palabras de aquel: «Si vuelves a pronunciar delante de , etc...». Y el comentario parecía producirse en el cerebro paralelamente a la repetición de la filípica: «¡Ah!, tuno, no hablabas antes de ese modo.

Comprendiendo aquello, el muy tuno ¡abría cada ojo...! De todas las flaquezas humanas, la primera que apunta en el niño, anunciando el hombre, es la presunción. Juanín entendió que le iban a poner guapo y soltó una carcajada. Pero las ideas y las sensaciones cambian rápidamente en esta edad, y de improviso el Pituso dio una palmada y echó un gran suspiro.

De este rápido hermanar en su imaginación la propia miseria con la riqueza del aborrecido don Juan, brotó en su lóbrego y envidioso pensamiento una llamarada de odio y venganza. La desgracia le hizo mal filósofo, y la mala filosofía le trastornó el seso. Sin hacer caso de Carola, siguió monologueando tristemente: «..., esto se acaba... por culpa de ese tuno. Y podría reventarle de mil modos.

¡Cielos, si será verdad! pensó el bolonio; y añadió en voz alta : Usted me lisonjea, sin duda. No es ese mi carácter, señor de los Peñascales respondió el tuno haciéndose el ofendido. Quiero decir... se apresuró a rectificar el primero. Hagamos punto sobre ello, amigo mío. Puesto que usted lo desea, hagámosle. Y ¿podría saber su gracia? Arturo Marañas; y por añadidura, andaluz y soltero.

Parado frente a la jaula del leopardo, que duerme tranquilo en un rincón, el quinto suele decirle en tono de zumba: «¡Anda , dormidor! ¿No te cansas de dormir, tuno? ¿Estás a gusto, eh gran ladrónPasa inmediatamente a la del león y vierte sobre él otra granizada de chistes. «¡Miale, miale, qué boca abre el cochino! ¿Nos almorzarías de buena gana, verdad?

«No, tonto, si tengo más». Después, viendo que su galantería no era estimada, le enseñó la lengua. «¡Grandísimo tuno, me haces burla, a !...». Y él, entusiasmándose, volvió a sacar la lengua, y habló por primera vez en aquella conferencia, diciendo muy claro: «Putona».

También hizo como que se desabrochaba mi jubón para devolvérmelo, pero no bien le entregué su sayal apretó á correr otra vez, dejándome con lo puesto, que no es mucho que digamos. ¡Habrá tuno! ¡Y cómo se reía el bigardón! Roger escuchó el relato de aquellas lástimas con toda la seriedad que pudo.