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Esta Laurita tiene unas manos de oro para la cocina... Yo la envidio; pero prefiero pasear o leer a perder mi tiempo en esas labores caseras. Y miró a su hermana mayor para que no la fuera a desmentir. ¡Cada cual debía desempeñar hasta el fin el papel que se impusieran!

Constituía su más dulce entretenimiento, su consuelo y el olvido de todas sus penas. No volvió a la sala de baile ni a los ensayos; daba lugar a que le impusieran multas por permanecer en su casa trabajando; y sus compañeras decían: Judit se dedica por completo al amor; ya no se la ve; pierde su carrera... hace muy mal.

Calló un instante, como si las tristezas de su vida anterior le impusieran silencio. Pero vió tal curiosidad en las pupilas del coloso, que al fin siguió hablando. Yo vivía oculto: mi existencia era azarosa; de un momento á otro iba á caer en manos de los enemigos implacables de mi familia, y en tal situación llegó usted á este país.

Aquellas gentes eran peores que judíos. ¡Señor! ¡Señor! ¿Podía ocurrir tal crimen en tierra de cristianos?... Ya no les bastaba á los de la huerta con que los hombres molestasen á su pobre Batiste, calumniándolo ante el tribunal para que le impusieran multas injustas.

En vano rogó la infeliz que la dejasen allí, sin más recursos que los estrictamente necesarios para vivir con el niño, en las condiciones que se le impusieran, sometiéndose a cuanto mandaran: todo fue inútil. Para la falta halló indulgencia, casi perdón, pero a trueque de separarse por siempre de su hijo, sacrificando el sentimiento de la maternidad a las exigencias del honor.

Obedeció Lázaro, y, acercando otra butaca como la que ella ocupaba, dijo: Mucho agradezco a usted, duquesa, las deferencias con que me distingue: tan sinceramente le estoy reconocido por ellas, que aunque el deber y el sacerdocio no me lo impusieran, sentiría por Vds. verdadero cariño, profundo deseo de ser útil, verdaderamente útil, en esta casa, donde se me ha recibido con los brazos abiertos.

Á cada momento tendré que observar que si se me acoge es por tolerancia y que las simpatías que se me demuestren son forzadas. Será, pues, más digno retirarme de una sociedad que no estaría abierta para más que por caridad. Si mis convicciones no me impusieran el retirarme del mundo, me lo aconsejaría mi orgullo.

El autor pedía que se examinasen los relatos de los Evangelios mediante los mismos principios con que se juzga cualquiera otra tradición, que no se impusieran de antemano a la crítica los resultados y se la dejase libre de hipótesis preconcebidas.