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Llegó a enamorarse tanto de Jesús, que la aterraba de piedad el motivo que los Evangelios atribuyen a su muerte.

En la muy Noble y muy Leal Ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, á 24 de Mayo de 1810: estando congregados á la hora señalada en su Sala Capitular los Señores del Exmo. Cabildo Gobernador, y colocados bajo de docel, con sitial por delante y en él la imágen del Crucifijo y los Santos Evangelios, comparecieron el Exmo. Sr.

También un compatriota del señor Muñoz Pabón, el sevillano Diego de Hojeda, compuso un hermoso poema sobre la muerte y pasión de Cristo; pero Hojeda nada inventa ni añade a lo esencial de los sucesos que los Evangelios refieren. La actividad de su imaginación se emplea sólo en lo alegórico, simbólico y ultramundano.

El discurso fué pronunciado 330 años antes de Cristo; y el pergamino de que hablamos es del siglo V de nuestra Era. Hay, por último, dos antífonas del siglo IV, y pedazos de las Escrituras Sagradas y de varios Evangelios no canónicos. La conquista de Egipto por los árabes, en 642, fué para el pueblo conquistado una felicidad, aunque efímera.

Lo más substancial de la tradición es lo siguiente: Crisanto, hijo del senador romano Polemio, se dedica con afición á los estudios filosóficos; los Evangelios llegan casualmente á sus manos, y su lectura le hace tal impresión, que cae en profunda melancolía.

Para congraciarse con ellos y también con sus mamas, llevaba consigo siempre buena provisión de bolsitas de seda con unos Evangelios dentro, que colgaba al cuello de los nenes para preservarlos de peligros y que fuesen con el tiempo buenos cristianos. Hasta los chiquillos más feos y más sucios le llamaban la atención.

Lázaro observaba que la caridad cristiana aparece en los Evangelios muy diferente, de la que se ejercía en torno suyo, que no eran siempre la humildad y la mansedumbre los móviles de los amigos íntimos del obispo, y que algunas veces se vela asomar cobardemente a los labios de los familiares cierta sonrisa reveladora de hipocresía y envidia.

Sin ser mucho lo que he leído, el hermano Canciller os podrá decir que no he descuidado la biblioteca. Los Evangelios comentados, Santo Tomás, la Colección de Cánones.... Bueno es todo eso, pero más necesitas hoy otra clase de lecturas, algo de ciencias naturales, geografía y matemáticas.

De Juan Bautista Villegas existe, entre otras, una titulada El sol á media noche y las estrellas á medio día, atribuída por Pellicer, no se sabe cómo, al otro Villegas más antiguo mencionado en el Viaje entretenido, de Agustín de Rojas. Su argumento está sacado de los Evangelios: comienza con la Anunciación y termina con la Adoración de los Reyes.

Pues tan verdad como los Evangelios es esto que estoy diciendo. En otra ocasión me enfadaría dijo la madre al ver la exageración de tu benevolencia. Hoy mi espíritu está quebrantado: anhelo la tranquilidad y te perdono. ¿No me deja usted decir otra cosita que me falta? Acaba de una vez. Yo quiero ver a Inés. ¡Verla! exclamó con enfado doña María . Mis hijas no estiman sin duda su dignidad.